El derribo de las casas de San José, en A Coruña, es cosa de días pese a que una sigue okupada

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

El Ayuntamiento comenzará de manera «inminente» la demolición de las ruinas mientras busca un hogar a los jóvenes que continúan en uno de los inmuebles

29 jun 2021 . Actualizado a las 13:27 h.

Pasaron 25 años desde que los propietarios abandonaron las casas de San José. Unos porque fueron invitados a irse debido al gran deterioro que ya entonces presentaban, y el resto porque aquello no era vivir. Ese conjunto de 12 viviendas hoy en estado de ruina que forman un embudo en la avenida de Finisterre, a unos pocos metros de la entrada a la refinería, ya se quisieron derribar en aquellos años. Pero no. Ahí continuaron. Y lo que es peor. Para dar cobijo a distintos clanes de la droga, que hicieron de esa zona uno de los puntos más calientes de la venta de heroína y cocaína en la ciudad.

Llegó un momento en que no había una sola casa sin okupar. Y en todas se trapicheaba. Pero el tiempo y los incendios hicieron de ellas una pila de escombros. Excepto una. La única que quedó en pie y que a día de hoy continúa ocupada. Y eso es un problema para el Ayuntamiento, que hace tres semanas aprobó al fin en junta de gobierno la demolición de las ruinas y se encuentra con que una de ellas tiene que seguir en pie por el momento mientras no le encuentren una salida a los jóvenes que ahí viven. Con uno de ellos ya se alcanzó un acuerdo. Ahora, Servicios Sociais trata de no dejar en la calle al resto. 

Zona vallada

Por el momento, pusieron vallas. Excepto en el tramo donde residen los últimos okupas. Y las obras de demolición, según fuentes municipales, «son inminentes». Comenzarán por el resto y dejarán esa para el final.

Cuando el derribo concluya, desaparecerá ese embudo y la avenida de Finisterre, desde la ronda de Outeiro hasta Meicende tendrá dos carriles por sentido. Lo que se quería hacer ya hace 25 años. Porque desde que las viviendas fueron abandonadas por sus legítimos propietarios, a últimos del siglo pasado, por María Pita pasaron cuatro alcaldes, todos intentaron pasar las excavadoras pero por haches o por bes ninguno lo logró porque los procesos de desalojo se prolongaron en el tiempo. En cuanto lograban expulsar a un clan, entraba otro.

Esas viviendas se convirtieron en refugio de traficantes. Ahí se estableció el clan de la Trini después de que fuera expulsado de Penamoa. O el de la Mora. Hubo decenas de redadas y detenciones. Hubo okupas de fin de semana y otros que allí pasaron años.

Y ahí se quedaban sin que nada ni nadie les dijese lo contrario, con el disfrute de una docena de casas en las que pudieron hacer y deshacer a su antojo. Y como deshicieron, más que hicieron, las viviendas fueron cayendo como piezas de dominó.

Hace ocho años se intentó de nuevo el derribo de algunas de las viviendas -las demoliciones se harían de casa en casa, a medida que fuesen aprobándose los expedientes-. Allí acudió el arquitecto municipal, inspeccionó las viviendas y emitió un informe. Fue el primer paso para la declaración de ruina. Pero el proceso no era nada sencillo. No bastaba con el papeleo municipal. Primero, había que desalojar a los que allí vivían y ahí encalló todo.