El café cortado de Manuel Nieto que apasionaba a Amancio Ortega en A Coruña

marta soliño / T. R. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Marta Soliño

Despedirse del empresario, el último deseo del dueño del Café Bar Habana

07 jun 2021 . Actualizado a las 06:43 h.

A sus 94 años, el gallego Manuel Nieto Albar pasea a diario por las calles de la ciudad de A Coruña. Es un hombre lleno de vitalidad y con una mirada que rebosa esperanza, la esperanza de toparse con Amancio Ortega en uno de sus paseos matutinos y poder despedirse del que fue uno de sus clientes más especiales en el Café Bar Habana, el local que regentaba el coruñés desde 1964. «Al poco tiempo de abrir la vieja Habana, en el 64, Amancio empezó a venir de forma habitual. Solía aparecer con tres amigos y siempre se sentaban en la mesa que daba a la cristalera a jugar la partida, de 4 a 6 de la tarde», recuerda Nieto. Pero lo que cuenta con más orgullo es lo mucho que le gustaban al empresario sus cafés cortados. «Me levantaba una mano y yo ya sabía qué tenía que servirles: un cortado para cada uno de sus amigos y dos para él, siempre tomaba dos», asegura.

La relación que tenían era muy familiar. Ortega guardaba mucho cariño a los hijos de Nieto, que a menudo trabajaban en el bar ayudando a su padre. «Cuando Amancio ya tenía el Zara de Torreiro y Bershka ocupando el bajo de los antiguos almacenes Barros, no solo venía él, también toda su plantilla de empleadas. Gente fantástica», afirma. 

Cambio de rumbo

En 1992, Manuel Nieto se mudó junto a su mujer Consuelo a Torrevieja, después de que ella sufriera un aneurisma cerebral. Allí vivieron 20 años hasta que volvieron definitivamente a la ciudad herculina, donde ella fallecería al poco tiempo. Durante ese período, más o menos en la mitad del mismo, fue la última vez que Nieto vio a Amancio Ortega. «Fui a ayudar en el bar unos días porque mi hijo político, que trabajaba de aquellas en la nueva Habana, tuvo que irse a Vigo y necesitaba que le cubriese». Una de esas tardes apareció Amancio Ortega por la puerta. «Se sorprendió mucho al verme y también se alegró, él sabía que yo andaba de aquí para allá y le preguntaba por mí a mi hijo Enrique», comenta. «Yo también me alegré al verle porque quería contarle que cuando estuve en Cartagena lo único que me pareció bonito de allí fue su tienda, y se echó a reír», añade.

Manuel tiene muy claro lo que le diría a Amancio Ortega si un día lo viese. «Siempre he sido su fan y me alegré de todo corazón al verlo prosperar. Yo solo deseaba que él fuera para arriba», comenta entre risas. «Es una buenísima persona, nos trató muy bien a mí y a mi familia. Ayudó a muchísimas personas, eso no lo hace cualquiera», responde cuando se le pregunta qué piensa de él.

Sin embargo, Manuel no fue nunca de los que se aprovechan de la bondad y generosidad ajenas. «Una vez, el sobrino de Amancio, Carlitos, que también venía mucho al bar y conocía a mi hijo, le contó que su tío comentó alguna vez lo extraño que le parecía que yo nunca le hubiera pedido ningún favor. Mucha gente lo hacía de aquellas, por ser quien era. La verdad es que no lo hice porque nunca necesité nada, pero ahora sí que me gustaría pedírselo. Yo no quisiera morir sin estar con él personalmente, sin despedirme de él».

Los emblemáticos desayunos del establecimiento han enamorado ya a tres generaciones

En 1964, Manuel Nieto Albar inauguraba el Café Bar Habana, el que se convertiría en punto de encuentro con Amancio Ortega, uno de los empresarios más influyentes del mundo durante los últimos años. Situado en el número 22 de la calle Torreiro de A Coruña, el Café Bar Habana reunía, desde las 7.30 de la mañana, cuando abría, una cantidad de gente que es impensable hoy por hoy.

Los clientes habituales eran personas que trabajaban por esa zona, incluidos los trabajadores de la antigua tienda de Zara que estaba situada en la misma calle, los de los grandes almacenes Barros o incluso gente que venía de un poco más lejos, de los muelles. 

Marta Soliño

Variedad

El Café Bar Habana era un lugar muy reconocido, aparte de por ser el único sitio que abría tan pronto en la zona, por ofrecer una variedad de desayunos extraordinaria. Allí había de todo: churros, donuts, caracolas y unos cruasanes a la plancha con mantequilla y membrillo que eran todo un éxito.

Ya en 1972, se fundó en el número 11 de la calle Torreiro la nueva cafetería Habana, que se encuentra prácticamente enfrente a la ubicación de la anterior, y que en el año 1980 acabaría siendo la única que su dueño todavía conservaba. 

El último encuentro

Este fue el lugar en el que tuvo lugar el último encuentro entre Manuel Nieto y Amancio Ortega. Desde hace dos años, la cafetería pertenece a un nuevo propietario, un hombre procedente de Brasil, al que Manuel vendió la mayor parte de su vida, gran parte de su historia y también de sus recuerdos. Aun así, la esencia de este emblemático lugar sigue intacta, algo que cualquier mítico cliente del bar sabe.