Prohibido dormir con cristianas y otras historias hebreas de la provincia de A Coruña
A CORUÑA
Una decena de núcleos de las Rías Altas y las confluencias de los Caminos jacobeos guardan vestigios de las colonias judías medievales
29 may 2021 . Actualizado a las 17:15 h.Médicos en Santiago, orfebres en Bergondo, viticultores en Betanzos, prestamistas en Noia, calígrafos en A Coruña, judíos radicados hace 700 años en torno a importantes puertos de las Rías Altas o lugares de convergencia de los Caminos jacobeos, y de los que poco se sabe a ciencia cierta. ¿Significa una estrella de David tallada en un muro que allí existió una judería? Rotundamente, no, advierten los historiadores. La tradición y el rigor se solapan ante la falta de documentos. Está ocurriendo en A Coruña a propósito de un aljibe hallado en una vivienda -¿o sinagoga?- de la Ciudad Vieja, que los arqueólogos vinculan con un mikvé, o baño para ritos de purificación. En la misma calle unos hablan de la casa de la sinagoga y otros la conocen como casa de la Inquisición.
A salvo del mito está la Biblia Kennicott, uno de los manuscritos iluminados más suntuosos de la Edad Media, copiada en 1476 en la judería coruñesa por Moses Ibn Zabarah en letra cuadrada sefardí en tinta marrón y decorada por Joseph Ibn Hayyin, pariente del «maestro más distinguido que había en Europa en el arte de mezclar colores para la iluminación de manuscritos», recoge M.ª Gloria de Antonio Rubio, historiadora e investigadora del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento (CSIC-Xunta) en su libro Los judios en Galicia (1044-1492), editado por la Fundación Barrié.
Dos años antes, las comunidades de A Coruña, Betanzos, Pontedeume y Ribadeo, que tributaban juntas y eran las segundas en importancia después de Ourense, pagaron por el impuesto especial del servicio y medio servicio -recogido en el Libro del Concejo de Santiago- 1.800 maravedíes, cifra capital para estimar la población de la época, 33 familias (95 en 1464) o unos 200 individuos (medio millar en el momento álgido).
Acababan de producirse las Revueltas Irmandiñas, en las que «los de abajo, que no podían resistir los agravios y violencias y tributos de los señores de las fortalezas» se levantaron, y en un sentimiento colectivo de agravio, llamaron a los judíos a participar. Con frecuencia la nobleza se escondía detrás de las bandas de asaltantes. Las relaciones con la minoría religiosa eran buenas y los gobiernos de las ciudades donde se asentaban -y a cuya prosperidad económica contribuían decisivamente- los defendían con empeño.
Así envió el Concejo de A Coruña, a petición de un grupo de judíos que pudieran formar parte del consejo de ancianos, tres cartas al Concejo de Santiago, el conde de Trastámara y a Bernal Yáñez, pidiéndoles información sobre el asalto a media legua de Sigüeiro de un hebreo que venía de la feria de Medina de Campo. «Salieron a él de la fraga dos omes armados [de Yáñez] e lo ferieron e le tomaron las escripturas e lo que traya e lo levaron preso». Su mozo corrió a alertar a la ciudad y la ciudad reclamó justicia.
Los propios Reyes Católicos ordenaron investigar (anticipando una sentencia favorable a los judíos) el robo de corales y otras mercancías por valor de 300.000 maravedíes a un grupo de judíos salmantinos cerca de Sergude.
Y parecidas garantías protegieron al Maestro Moysen, acusado de «haberse echado a dormir con algunas cristianas», cuando pasado el plazo para aportar pruebas en su contra y ante la ausencia de testigos, el hombre quedó absuelto. Si la mujer fuese virgen o viuda, recoge Gloria de Antonio, él sería apedreado y ella perdería la mitad de sus bienes, si fuese la primera vez (y todos, si fuese la segunda). Si fuese casada, él sería apedreado y ella pasaría a disposición del marido. Y si fuese prostituta, ella sería azotada (si se tratara de la primera vez) o condenada a muerte (si fuese la segunda).
Los espacios habitados, en cambio, están envueltos en una nebulosa. El arquitecto Emilio Fonseca Moretón ha estudiado el barrio judío y los signos hebraicos en las iglesias de Betanzos, y ha identificado hexalfas (estrellas de David o sellos de Salomón), peanas en las fachadas para sostener la lámpara de la Januká y rebajes en las puertas observados en importantes juderías.
Betanzos, donde Abrahan aben Subxen y Marantona venden en 1391 una viña; Noia, la villa de Judá Bemveniste, que debe al cabildo de Santiago 2.700 maravedíes de los aniversarios del rey, y A Coruña, residencia de David, exportador de pescado y propietario de una nao, «nova e gramde e ben forneçida». Los cuatro son de los primeros vecinos judíos que aparecen en los archivos en el siglo XIV. La mayoría se quedaron. Los menos zarparán en 1492 rumbo a Portugal, perseguidos por la Inquisición, por Isabel y por Fernando, llevándose tras de sí una cultura común arraigada durante siglos y la exquisita Biblia Kennicott.
El expulsado de Ferrol en 1492, la incógnita de Ares y los sirvientes del conde de Ortigueira
La presencia hebrea en Ferrol no se conoce por los que se quedaron sino por los que se fueron. El 13 de mayo de 1493, un año después del Edicto de Expulsión, los Reyes Católicos solicitan que se investigue una partida de oro, plata y perlas que sacaron del país algunos judíos por el puerto de A Coruña. El documento, recogido por la investigadora María Gloria de Antonio Rubio en su libro Los judíos en Galicia (1044-1492), informa de los lugares de origen de algunos hebreos que prefirieron abandonar la Península antes que convertirse al catolicismo y, entre otros, menciona a varios de «Ferrol e de la Ponde d Eume». Pasados cinco siglos, es todo lo que se conoce. Ningún archivo o vestigio ha vertido luz sobre la comunidad o los individuos que se asentaron en la Ferrol medieval.
Tampoco en Ares. A pesar de la estrella de David que aún se aprecia sobre la puerta de una vivienda y que algunos relacionan con una sinagoga, no existe constancia documental de la judería o individuos aislados en la localidad, sobre la que escribió Fidel Fita: «Es fama que fueron judíos de Monforte a poblar la villa de Ares, que dista una lengua de Ferrol y de Pontedeume, y cinco de Betanzos. El vulgo los llama “bichos”; y las casas o habitaciones que les atribuyen se distinguen por cierta solana con escalera exterior que da acceso desde la calle a las habitaciones altas». En el registro municipal aparecen personajes que intervinieron activamente en la vida de Ares, algunos especializados en el comercio de la sal. Y siguiendo rastros borrosos, añade el padre Fita: «Dícese además que la iglesia parroquial [por Santa Eulalia de Lubre] conserva arcos de herradura en la capilla mayor, tenida por sinagoga».
Vínculos con la nobleza
El contrapunto a la incertidumbre se encuentra en Ortigueira, que ofrece pruebas fehacientes de los vínculos de los judíos con la nobleza gallega a través del condado de Santa Marta, otorgado a Diego Pérez Sarmiento «para siempre jamás» en 1440. Su participación en la organización de la casa «se detecta desde fechas muy tempranas, manteniendo su presencia, prácticamente sin interrupción, a lo largo de todo el siglo XV», sostiene Gloria de Antonio. Los documentos citan a Salomón, médico, persona de confianza y testigo del testamento del conde; Judá Pérez, contador, o Abrahán de León, recaudador, facedor y mayordomo.