David y José Antonio, relojeros de María Pita: «Al de la Puerta del Sol solo le envidiamos el mantenimiento»

A CORUÑA
Subimos con los relojeros a lo alto del palacio municipal donde hace más de un siglo se instaló la máquina fabricada en el valle Morez y que, tras una rehabilitación récord, vuelve a dar las campanadas
04 abr 2021 . Actualizado a las 21:37 h.Hubo un tiempo en el que el reloj de la plaza era el reloj de los vecinos. A comienzos del siglo XX, cuando se instaló este modelo del fabricante Francis Pages en María Pita ( A Coruña), pocos residentes se podían permitir vestir uno de bolsillo. Más de cien años después, el mecanismo procedente del valle galo de Morez, al lado de Suiza, empezó a dar signos de agotamiento. En febrero del 2020 las campanas del pazo municipal enmudecieron. Los viandantes, preocupados por la irrupción del covid y equipados con sus relojes atómicos en el pulso o en el móvil, no las extrañaron en su día a día, pero a la ciudad le falta algo. Su máquina del tiempo.

El diagnóstico fue sencillo: el reloj, con una suciedad acumulada a lo largo de los años, necesitaba un poco de atención. «Al de la Puerta del Sol solo le envidiamos el mantenimiento, a cargo de una misma relojería desde hace años», dice David Rodríguez, Neme. El relojero del taller Nemesio, a unos pasos de la plaza, es uno de los cuatro responsables de devolver el tictac a la máquina. «El proyecto original era reparar solo el mecanismo del reloj, pero rehabilitamos esferas, campanas, agujas y cableado. Fue una restauración de la A a la Z», explica.
Desmontaron más de 250 piezas para repararlas, ajustarlas, limpiarlas, engrasarlas o pintarlas y devolverlas a su sitio. Diente con diente. Un reto que les llevó «menos de un mes, con jornadas de hasta 15 horas, de lunes a domingo», añade José Antonio García Prado, con taller en San Andrés, donde es servicio técnico oficial de 45 firmas, de Maserati a Cartier.

«Es un reloj de bancada, de 24 horas cuerda, con sonería en los cuartos, medias y en punto. Y con repetición. A las 12.00 horas suenan 24 campanadas, por eso algunos piensan que sigue estropeado», sonríe José Antonio. Él y David se turnan cada día para darle cuerda. Cirujanos de los engranajes, tocaron desde el regulador que equilibra las fuerzas de la máquina al venterol o freno aerodinámico, que se despliega con las campanas para ofrecer resistencia al aire y acompasar su ritmo.

Y, por supuesto, curaron su corazón: el órgano regulador de que cada tic que marca el péndulo dure un segundo y se dé la hora precisa, «teniendo en cuenta que no es un reloj atómico», subrayan. Solo les queda la iluminación por terminar. «Este 31 de diciembre habrá campanadas», adelantan.

Las campanadas de María Pita, en A Coruña: A unos no les dejan dormir y otros dicen que «son el latido del corazón coruñés»
Hay quien no es capaz de pegar ojo cuando suenan las campanas y hay vecinos a los les falta algo en su vida si no repican. Ana, Belén, Cristina, Maruxa, Pili y Elena nacieron en la plaza de María Pita y dicen ser «unas auténticas privilegiadas» por residir ahí y «disfrutar» de ese sonido que marca las horas y los cuartos. Noche y día.
Para ellas, son «el latido del corazón coruñés, algo que forma parte de nuestra historia», de ahí que de molestia, «ninguna». Más bien todo lo contrario. Les complace. A Ana, por ejemplo, no la despiertan las campanas, sino que se despierta para escucharlas. «Muchas veces abro los ojos y espero a que suenen para oírlas y me vuelvo a quedar dormida», cuenta.