Carlos Pita: «La arquitectura tiene un deber de acción social importante»

A CORUÑA

Carlos Pita, con José Carlos Iglesias y Manuel Pérez, en su estudio de arquitectura de A Coruña. Hace un mes el equipo, muy reconocido, recibió un premio Enor, uno de los más importantes de la península, por el campo de fútbol de Bandeira, en Silleda.
Carlos Pita, con José Carlos Iglesias y Manuel Pérez, en su estudio de arquitectura de A Coruña. Hace un mes el equipo, muy reconocido, recibió un premio Enor, uno de los más importantes de la península, por el campo de fútbol de Bandeira, en Silleda. MARCOS MÍGUEZ

El profesor de la escuela de A Zapateira que construirá el primer edificio de la nueva Pedralonga explica el proyecto

20 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A las ocho de la mañana del 11 de diciembre, el profesor de la ETSAC de A Zapateira Carlos Pita Abad (A Coruña, 1964) recibió un WhatsApp de un amigo: «Creo que has ganado», le anunció. Pita bajó al quiosco sin dinero ni mascarilla y al abrir el periódico y leer la cita de Alvar Aalto que encabeza la memoria de su proyecto supo que en efecto su equipo se había hecho con el concurso de ideas de la Cidade das TIC. No tuvo que salir de casa la UDC para encontrar al arquitecto que proyectará el edificio primordial.

-Parece que se le dan bien las armas. La plaza de Armas de Ferrol, ahora la fábrica de armas de A Coruña...

-Ja, ja, ja. Tengo que mirar si hay más cosas de armas por el mundo para presentarme. A este concurso me presenté porque creía que había que apoyarlo. La universidad hizo un esfuerzo importante. Hubo protestas y recogida de firmas por parte de otros arquitectos, que tenían sus razones, evidentemente, porque los premios son malos, las exigencias que nos piden a los ganadores a veces son excesivas y hay muchos aspectos de las bases muy discutibles, pero aun con todos los defectos que tiene, creo que era más importante apoyar el concurso.

-El plazo era tan ajustado que motivó una ampliación.

-Sí, hubo que hacerlo con muchísima urgencia. Nosotros tuvimos la suerte de que era un tipo de trabajo, casi de arqueología industrial, que veníamos desarrollando desde hace muchos años. Habíamos trabajado en las naves de Matadero en Madrid, en Tabacalera en San Sebastián. No nos cogía de nuevas. Ya cuando fuimos a ver el lugar yo salí con la idea en la cabeza.

-Cuente.

-Bueno, utilizamos como lema una expresión de Alison Smithson, «As Found», que habla de llegar a un sitio y de que con lo que te encuentras te tienes que arreglar. Y eso fue lo que hicimos. Llegamos, vimos la nave y las posibilidades que nos ofrecía, que eran muchas, y luego lo que hicimos fue despejar aquello que sobraba y añadir aquello que hacía falta. En ese sentido el proyecto fue rápido. Luego cuesta más hacerlo, dibujarlo bien, sopesarlo. El trabajo de Alison Smithson guio el nuestro, y también el de la italobrasileña Lina Bo Bardi, que es un monstruo.

-El fallo del jurado subraya que el proyecto es «posibilista» y «viable». ¿El tiempo apremia?

-Algo hay. Siempre decimos que hacemos una arquitectura muy realista, y eso es un esfuerzo, saber con qué dinero contamos y qué podemos hacer con ese dinero, porque la arquitectura es para hacerse, aunque aquí también llegamos a dudar si hacer una propuesta más teórica. Pero el tema de los plazos está ahí. Para desarrollar cualquier acción dentro de la fábrica de armas es imprescindible tener un estudio de detalle aprobado por el ayuntamiento. Es un documento urbanístico, como una apostilla al plan general, que puedes hacer todo lo complejo que quieras, pero también simplificarlo mucho. Pero lo que es la volumetría yo creo que hay que hacer la que está. Aquí podría haber afección con Alvedro y tendría que dar permiso AENA, con Fomento por Lavedra... Hay toda una serie de trámites que el documento en sí condiciona. El estudio de detalle no es un proyecto de urbanización. Ya nos gustaría.

-Restringen el tráfico a partir del concepto de «supermanzana» de Salvador Rueda, ¿en qué consiste?

-Es una figura muy utilizada que ya plantea Le Corbusier en Chandigarh. El tráfico interior es exclusivamente peatonal y toda la circulación rodada es perimetral. Hacemos como una gran manzana que permite acceder a todos los edificios desde fuera. Los aparcamientos son extramuros. Solo hay uno interior para personas de movilidad reducida, carga y descarga, y casos excepcionales. Y 20 kilómetros por hora o menos. Es una propuesta que tendrá que decidir la universidad. No sé si se incorporará.

-¿Va a ser posible construir con empresas y materiales locales, como pretenden?

-A veces se consigue y a veces no. A veces hay que ir a buscar los árboles a Holanda porque es el sitio más cercano, como en Armas [la plaza histórica de Ferrol que renovó con pavimento de tierra y tilos de 25 años]. Pero la inversión pública tiene que dejar los beneficios en el entorno. La arquitectura tiene un deber social importante. Si podemos, y más en un país como Galicia, trabajar y reactivar a través de nuestros proyectos a las empresas locales redundará en beneficio de nosotros mismos. En aluminio somos primera potencia mundial, Aluman, Cortizo. La madera también se puede trabajar con muchas empresas locales, ahí está Finsa. Las estructuras van a ser más complicadas. Igual con Rodiñas, que está investigando y con los que estamos muy cómodos. Decimos que un edificio de investigación debe ser una investigación en sí. A ver si podemos por los tiempos. Y luego hay otra cosa que yo siempre le escuchaba a César Bonilla. Él decía que había que comprar el periódico en el quiosco de enfrente, y los zapatos en la zapatería de al lado, porque así ellos te tomarían los churros en tu casa, ja ja ja.