Álvaro de Medaña, un berciano tras el sueño del oro del rey Salomón

G. Novás REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

Editan las crónicas de las expediciones de este navegante en el Pacífico

14 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La justificada fama de los viajes de Colón, las travesías atlánticas y las aventuras caribeñas eclipsa a menudo el papel desarrollado por los navegantes españoles en el océano Pacífico, donde en el siglo XVI y parte del XVII tuvieron una posición absolutamente hegemónica, desplegada desde Nueva España y Perú. Con razón lo denominó el historiador inglés Oskar Spate «el lago español», una idea que dio título a su gran ensayo histórico The Spanish Lake: The Pacific Since Magellan, a cuya escritura dedicó buena parte de su vida desde su retiro en 1976.

Tras los primeros avances de Vasco Núñez de Balboa (primer europeo que divisó en 1513, desde tierras panameñas, las aguas del Pacífico, a las que denominó mar del Sur) y los definitivos de Magallanes, que en 1520 dobló las tierras de la Patagonia, el protagonismo lo tomó un navegante berciano al que se tuvo por gallego durante más de cien años: Álvaro de Mendaña y Neira (Congosto, León, 1541-isla de Santa Cruz, 1595).

Su papel fue en origen un tanto fortuito, ya que se hizo con el mando de una expedición gracias a las ventajas que le dieron los lazos familiares con don Lope García de Castro -hermano de su madre-, quien también de una forma circunstancial -y como presidente de la Real Audiencia de Lima- acabó por ejercer las funciones de virrey del Perú debido al asesinato de Diego López de Zúñiga y Velasco, cuyos desmanes y excesos debía corregir.

Hacia América partió con él su sobrino, Álvaro de Mendaña, como criado, pero el asumido nepotismo lo elevó enseguida en su condición. Su tío el licenciado Lope García de Castro le concedió la capitanía general de la expedición que organizó -armó dos navíos, llamados Los Reyes y Todos los Santos, y los proveyó de mantenimientos por un año- y la gobernación de la tierra por descubrir. Si no fuera por la arbitrariedad familiar, la responsabilidad, probablemente, hubiera recaído en Pedro Sarmiento de Gamboa (nacido en Alcalá de Henares pero de padre pontevedrés). El objetivo, en todo caso, era descubrir «las islas que acá llaman de Salomón». Lo recuerda el académico de la RAE Juan Gil en el prólogo que escribió para la exquisita edición que preparó de las crónicas que de aquellas aventuras escribieron el piloto Hernán Gallego (al que se atribuye origen gallego) y el luso Pedro Fernández de Quirós, que es el narrador principal y que además completó la segunda expedición a la muerte de Mendaña -alcanzó Filipinas- y realizó una más acompañado de Diego de Prado.

En demanda de la isla del rey Salomón. Navegantes olvidados por el Pacífico sur, que edita la Biblioteca Castro, relata la audacia de quienes se embarcaron en la empresa de hallar el oro del rey Salomón, las míticas tierras de Ofir, que en algún momento de la Edad Media incluso se relacionaron con el lugar del que los Reyes Magos extraían sus minerales preciosos.

Y lo curioso es que, en su primera expedición, partiendo del puerto del Callao en 1567, descubrió la isla de Salomón, y hasta vivió varios meses en ellas, pero cuando en la segunda empresa -en 1595, con cuatro buques, San Jerónimo, Santa Isabel, San Felipe y Santa Catalina- quiso afrontar la tarea de la colonización no las volvió a encontrar, lo que habla de las dificultades y penalidades de la navegación marítima de entonces (por no mencionar el motín desatado). En esa deriva descubrió las Marquesas.

Fue en el transcurso de ese segundo viaje cuando Mendaña, ya muy enfermo, falleció a los 54 años, en Santa Cruz. Ironías del destino, esta isla forma hoy parte del archipiélago Salomón.