La pandemia nos está enrojeciendo con esa vergüenza del «¿eres tú?» que nos obliga a que a veces tengamos que bajarnos la mascarilla y sonreír para que nos reconozcan bien
10 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Nadie nos explicó cuando nos confinaron en primavera que después llegaría el verano, el otoño y más tarde el invierno. Y la cosa cambia mucho. Cambia tanto que desde hace un tiempo vengo observando que en esta Coruña oscurecida estoy saludando de más a todas esas sombras que con mascarilla, gafas, plumíferos y gorros se me van cruzando por el camino. Ante esto, como cualquier coruñesa de bien, se me plantea en un milisegundo esa difícil cuestión de si jugármela o no al «ta' lueego» que tanto nos caracteriza. Y yo, que por naturaleza prefiero expresarme al máximo, me estoy quedando cortada en seco. O lo que es lo mismo: saludo a todo quisqui sin tener respuesta. Porque los coruñeses se me están pareciendo todos mucho unos a los otros enfundados en esa moda invernal y sin poderles verles la cara. De modo que con la mascarilla a cuestas, observo con preocupación que cada vez hay más gente que pasa de largo y que prefiere no decir ni mu. Ni con un gesto.
La pandemia nos está enrojeciendo con esa vergüenza del «¿eres tú?» que nos obliga a que a veces tengamos que bajarnos la mascarilla y sonreír para que nos reconozcan bien. Así que me ha dado por pensar qué pasaría si de golpe, en un hipotético experimento, me cambiasen a todos los coruñeses por unos señores, pongamos, de Getafe; si sabría que me la están pegando y si me daría cuenta de que me estoy cruzando con xente que non é de aquí. Quiero creer que algo les delataría, que perderían el ritmo a la hora mover el paraguas con la punta hacia adelante, que no tendrían el salero de girarse a saltitos en Rubine y que no levantarían la mano por el Cantón o por el paseo, aunque vayan corriendo. Esa esencia coruñesa no puede llevársela también la pandemia; con mascarilla, por favor, reconozcámonos en el «ta'lueego»,