Rafael Romero, un hombre discreto, organizador eficaz y religioso ejemplar

Modesto Vázquez-gundín

A CORUÑA

romero
MIGUEL VILLAR

El jesuita fue director del colegio Santa María del Mar y desde hace 20 años estaba al frente de las aulas de la tercera edad Ategal

30 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El 25 de noviembre dimos sepultura a los restos del jesuita padre Rafael Romero Valencia. Un entierro de máxima sencillez, tanto por voluntad propia y de los más allegados, su comunidad de jesuitas y sus familiares, como por las circunstancias que impone el covid-19. Centenares de personas de nueve poblaciones gallegas lamentaban no haber podido asistir a su funeral, poblaciones que desde hace unos 20 años enriqueció con su dirección de las aulas de la tercera edad, conocidas como Ategal.

Decir de Rafael que fue un hombre discreto es reconocer que, de no ser porque lo sabíamos por otros conductos, nunca hubiéramos sospechado su amplísima labor en tantos puntos de Galicia. Dirigió las aulas Ategal por casualidad y necesidad. La muerte casi repentina del padre Paquito Gómez, su fundador, obligó a la Compañía de Jesús a buscarle un sustituto capaz de hacerse cargo de aquella institución, un proyecto tan personal.

Rafa se había preparado largamente en sus años jóvenes para lo ministerios que podrían encargarle: estudió de niño en Monforte, siguió en Comillas, Salamanca, Heithrop (Inglaterra), Gijón y Madrid (en su etapa en la universidad). Dominaba tanto idiomas familiares como el gallego, como el latín, griego, francés e inglés. Le valdrían para ministerios en otros países (frecuentó en veranos sucesivos EE. UU. como colaborador en parroquias) y realizó viajes culturales por toda Europa, que organizó para las Aulas de Tercera Edad.

El padre Romero, que había sido superior religioso del padre Paquito en Santiago, pareció el más indicado para sustituirlo. Y no fue un error. En poco tiempo se hizo con los entresijos de todo y con una visión actualizada de lo que la tercera edad estaba llamada a representar, y representaba ya en la vida social y política. Así emprendió la tarea no fácil de su modernización.

Con suavidad y firmeza les dio el impulso preciso y no tardó en verse tratando con las autoridades autonómicas y municipales para que, con interés y apoyo, pudiese contar con los recursos indispensables para la labor. Demostró rara habilidad política. De todos los partidos que dirigieron la Xunta o concellos en los últimos veinte años consiguió siempre reconocimiento y ayudas.

Hoy las aulas Ategal, que dejó de dirigir hace más de un año, siguen adelante gracias a su iniciativa y a los dirigentes locales que supo proponer para la dirección inmediata de cada una. Visión política y práctica necesitó en su día, cuando el Ayuntamiento de A Coruña le pidió los campos del Colegio Santa María del Mar para un concierto de Prince que organizaría el gobierno local. Se definió así el suceso: «Prince se coronaba como el ‘‘rey de la década de los noventa’’ al dar su actuación en el colegio Santa  María del Mar ante 25.000 personas». Esta circunstancia nos lleva también a recordar al padre Rafa como director de colegios.

Dirigió el antedicho de Santa María del Mar y, anteriormente, el del Apóstol Santiago, de Vigo, con agilidad y adaptación a los distintos tiempos legales que vienen condicionando la nada fácil labor de llevar adelante colegios concertados.

Hemos perdido un magnifico compañero y religioso ejemplar, y muy de estos tiempos. Galicia dice adiós a una persona volcada en prestigiar a sus mayores por medio de las aulas.

Ourense puede sentirse satisfecho de haber dado al país una persona de tal relieve, seguidor de las huellas de familiares destacados en la ciudad desde antiguo. La capital ourensana ha sido, desde hace mucho, una ciudad que ha apreciado y distinguido a su familia, volcada no menos en colaborar con el progreso integral de la urbe. Descanse en paz, querido amigo y compañero