«No sé si esto es una segunda ola o un tsunami, pero ahora mismo no tiene fin»

Gabriela Consuegra
Gabriela Consuegra REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

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Dos enfermeras de urgencias cuentan su situación «a pie de cama»

07 nov 2020 . Actualizado a las 23:48 h.

Sagrario Justo y Paula Soto son enfermeras en la urgencia del Chuac. Están, como ellas dicen, «a pie de cama», o lo que es lo mismo por estos días: en pie de guerra contra el coronavirus. La sobrecarga de trabajo que ha asumido el colectivo sanitarios no es secreto para nadie; tampoco el déficit de personal de enfermería, que ronda los 2.000 profesionales solo en A Coruña.

Sagrario cuenta que, como muchos, en junio pensó que había llegado el final de esta pesadilla. Pero la realidad golpeó con fuerza. Desde finales de julio han tenido que enfrentarse de nuevo al covid: «No sé si esto es una segunda ola o un tsunami, pero ahora mismo parece que no tiene fin», lamenta. Sin embargo, en mitad de una presión asistencial sin precedentes, aunque los ingresos crecen y los contagios amenazan con colapsar otra vez el sistema sanitario, estas jóvenes enfermeras resisten, igual que el colectivo que representan.

«Nos sobrepasa la situación. Sientes el agotamiento. Pero nos sobreponemos porque lo nuestro es cuidar a nuestros paciente», asegura Sagrario. Es un espíritu que comparten sus compañeros. No se explica de otra forma lo que estos profesionales hacen día a día. Pero Paula recuerda un aspecto fundamental de esta historia: «No dejamos de ser personas, tenemos familias, padres mayores, hijos. Es una preocupación constante». Por eso, la intranquilidad tampoco descansa, pero dice un dicho que la procesión va por dentro: «En casa prefieres no exteriorizar nada para no preocupar a tu familia. Son cargas añadidas a las que te enfrentas. Es duro», confiesa Sagrario.

«Hoy en día ¿quién puede decir con seguridad que no es positivo? Todos podemos serlo y por eso no podemos bajar la guardia en ningún momento», insiste Paula, que ve con preocupación como muchos continúan sin cumplir las normas básicas se seguridad: mascarilla, distancia e higiene de manos. «En el hospital puedo pedirle a alguien que se coloque bien la mascarilla, en la calle no tengo esa autoridad. Voy caminando y veo que no lo estamos haciendo bien. Y las cosas podrían ir mejor si cumpliéramos las normas», insiste.

Sobre el trabajo diario, Paula asegura que, aunque hay mucha afluencia de gente, «en esta urgencia siempre la hubo. Lo que pasa ahora es que, a mayores, están los pacientes covid que son muchísimos», dice. La distancia con estos pacientes supone otro reto: «Quizás ya no nota tu mano, pero sí tu cercanía. A través de todo el traje, lo que ve son tus ojos, lo que eres capaz de transmitir», asegura. «Todo lo que le dices le tranquiliza, porque cuando ingresa a la urgencia, siente que va a morir», agrega Sagrario.

Como cualquier crisis, esta también ha sacado lo mejor de algunos: «He visto que puedo dar algo que no sabía que tenía dentro. He reforzado mi vocación», dice Sagrario, aunque confiesa con pena que «a veces la presión y la carga de trabajo no facilita ser tan profesional como te gustaría».

Ambas salen de guardia y vuelven a casa a descansar. ¿En qué piensan? «En todo lo que queda por hacer, en tus compañeros y en la cantidad de personas que siguen ahí», finaliza Sagrario.