Elegía a las víctimas del covid

Antón de Santiago CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

CÉSAR QUIAN

La obra de Durán es un sentido lamento por los muertos de la pandemia que nos asola

27 oct 2020 . Actualizado a las 23:13 h.

Llegado el tercero de abono de la OSG, nuevamente afecta a manifestaciones de la gran música en Galicia la reducción indiscriminada de los aforos. Tras el esfuerzo de configurar un auditorio plausible en el Coliseum coruñés y tramitar el acceso del aforo permitido, llega la nueva disposición. Sí, el covid está ahí, pero es desproporcionado permitir solo 60 de público en tal recinto.

Lo positivo es que había un estreno, encargo de la Orquesta, de un compositor coruñés de contrastado nivel, Juan Durán (1960): Dona nobis pacem: elexía ás vítimas do covid-19. Estaba en el podio el titular Dima Slobodeniouk, que también dirigiría la Sinfonía n. 4 de Johannes Brahms (1833-1897).

La obra de Durán es un sentido lamento por los muertos de la pandemia que nos asola, y también una invocación a la paz de espíritu de sus deudos. Duelo sereno. Sin tremendismo. En la idea reconfortante del Faurè del Réquiem. Intimismo dolorido y esperanzador mediante orquesta de cuerda puntuada por el arpa, que tañe a modo de lejana campana que llama al recogimiento.

«Canto lírico y evocador dirigido a los que perdieron un ser querido y acompañar el tránsito». Son sus palabras. Humanitario sentimiento a través del lenguaje emocional de la música. Sonidos recogidos e íntimos, serenidad, reflexión, en delicados trazos melódicos y sutil revestimiento armónico.

Belleza conmovida del quinteto de cuerda orquestal y el arpa. Ejecución cabal. Al final, respetando el deseo del compositor, se guardó silencio. Luego, a indicación del director los 60 del público aplaudieron la obra y al autor. Cuando Brahms compuso su cuarta sinfonía tenía 52 años. Fue durante el verano en Estiria y muestra al hombre otoñal prendido de la lujuriosa naturaleza que lo rodea. Ahí están sus sentimientos, sus emociones, su sensibilidad.

Está considerada su mejor sinfonía. Slobodeniouk mostró dominio sobre una obra densa y muy bien estructurada, exigente en la cantabilidad, las dinámicas y los ensamblajes rítmicos, desde el Allegro inicial, pasando por la introspección del Andante, el juego del Allegro giocoso hasta concluir con la energía y pasión que el mismo Brahms propone. Gran versión y cálidos aplausos para director, solistas y orquesta.