Lo que A Coruña pierde sin el tren al puerto

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

PUERTO EXTERIOR DE PUNTA LANGOSTEIRA
PUERTO EXTERIOR DE PUNTA LANGOSTEIRA CESAR QUIAN

Los muelles interiores, con 483.000 metros cuadrados, se perfilan como el escenario para desarrollar la ciudad en el siglo XXI, pero esto es inviable sin ferrocarril en Langosteira

25 oct 2020 . Actualizado a las 21:44 h.

Los muelles del puerto interior, Batería, Calvo Sotelo y San Diego, con sus 483.145 metros cuadrados, son desde principios de siglo la tierra prometida para A Coruña. Sobre ellos debe levantarse el proyecto de la ciudad en el siglo XXI. Así lo ha propuesto, entre otros expertos, el urbanista Joan Busquets, que en el 2004 firmó el proyecto más conocido para la nueva fachada marítima.

Pero el futuro de A Coruña está hipotecado. Pese al deseo del Puerto y de las empresas que operan en sus instalaciones de trasladar su actividad al puerto exterior de punta Langosteira, en el que se ha invertido un ingente esfuerzo material y económico -más de mil millones entre la Administración y el sector privado-, la mudanza no se puede completar porque Langosteira carece de un enlace ferroviario imprescindible para mantener las actividades portuarias. 

Mientras no haya ferrocarril, los muelles interiores seguirán ocupados. El diseño de la ciudad del futuro, del que se lleva más de 15 años hablando, continuará parado y no hay fecha para que arranque. El Gobierno central ha evitado comprometer una fecha para iniciar las obras de la vía férrea, a pesar de que su coste -140 millones de euros- es relativamente bajo comparado con la inversión total en Langosteira, y existe la posibilidad de financiarlo con fondos de la UE. 

El cierre de la dársena

Veinte años vetada. El deseo de devolver los terrenos del puerto interior a los vecinos lleva latente desde el 2001, cuando tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York se decidió reforzar la seguridad de las instalaciones portuarias con medidas entre las que se incluía la prohibición de acceso público. No eran las primeras limitaciones al paso, pero el puerto había sido durante decenios un lugar de paso tan usado como el entorno de las playas de Riazor y Orzán.

La oportunidad

Un desastre ecológico. Paradójicamente, fue una catástrofe marítima la que abrió la oportunidad de recuperar el puerto. El naufragio del Prestige, el tercer desastre marítimo en poco más de 25 años después del Mar Egeo y el Urquiola, puso punto final al debate sobre la necesidad de sacar del casco urbano coruñés, densamente poblado, las descargas de graneles líquidos y sólidos que suponían un grave peligro medioambiental y sanitario.

El fruto de ese debate fue punta Langosteira, diseñado como un puerto refugio para asegurar la costa noroeste del país, y también como la plataforma portuaria del futuro, que permitiría trasladar a un lugar protegido las descargas antes mencionadas.

Las obras se iniciaron con rapidez, en el 2005, pero fatalmente no se desarrolló al mismo tiempo la infraestructura ferroviaria. Sin ella, el proyecto queda mutilado, ya que las descargas tendrán que continuar, al menos en parte, en los muelles interiores.

Los convenios

Desarrollos urbanísticos. Las obras en Langosteira pudieron empezar tan rápido, pese a ser un proyecto de semejante envergadura, porque la financiación se fio a la urbanización de los muelles interiores. Los pactos del 2004, firmados en pleno auge inmobiliario, preveían que las obras se pagasen con los rendimientos de construir en los muelles. En Batería y Calvo Sotelo, que suman 88.393 metros, se previeron 22.200 para espacios públicos y 54.533 para edificios. En San Diego, que alcanza 394.752 metros, la superficie edificable es de 376.192 metros, y el resto, 18.560, para zonas públicas.

La mayor previsión de viviendas se daba allí, con 344.000 metros para uso residencial, cerca de la mitad de protección. En Batería y Calvo Sotelo se planearon sobre todo inmuebles institucionales e hitos arquitectónicos. Pero la alta edificabilidad en San Diego provocó amplio rechazo y durante los últimos años todas las fuerzas políticas han coincidido en la necesidad de modificar los acuerdos del 2004 y la planificación urbanística de la zona.

El protocolo del 2018

En suspenso. El intento más importante de superar los acuerdos del 2004 se dio en el 2018, cuando Fomento, la Xunta, Puertos y la Autoridad Portuaria firmaron un protocolo por el que la Xunta aportaría 20 millones para garantizar la titularidad pública de La Solana, Batería y Calvo Sotelo.

El preacuerdo preveía que se sumasen otras Administraciones, que harían aportaciones para adquirir San Diego y, de esa forma, reunir fondos que evitarían tener que urbanizar la zona para pagar la obra de Langosteira. El texto daba además garantías de financiación para el ferrocarril del puerto exterior. Pero el pacto, tras la moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy, que lo había rubricado, quedó en suspenso y por el momento no se ha reactivado ni se han planteado alternativas al mismo.

El acuerdo con la UDC

Diseño universitario. Así, el futuro del puerto es incierto. Pese a ello, el actual gobierno local ha encargado a la UDC un estudio para determinar sus posibles usos. La superficie es tan grande que tendrían cabida alternativas para el tráfico, nuevas zonas verdes, museos, edificios institucionales, viviendas e incluso un nuevo hospital, como planteó el BNG, pero sin el ferrocarril ninguna de esas posibilidades llegará a hacerse realidad.