El 092 detiene a dos okupas de la Falperra, uno de ellos por desorden público y atentado a la autoridad

Emiliano Mouzo A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

La Policía Nacional, en la calle Doctor Fleming, de A Coruña. Imagen de archivo
La Policía Nacional, en la calle Doctor Fleming, de A Coruña. Imagen de archivo César Quián

Hace apenas unos días atracaron a un hombre con un arma blanca y le robaron la cartera. Vecinos y comerciantes denuncian constantes episodios de violencia en la zona

15 oct 2020 . Actualizado a las 08:43 h.

El problema «de seguridad ciudadana» que causan los okupas de dos edificios en la calle Doctor Fleming, en el barrio de la Falperra, en vez de disminuir va en aumento, «y ya se extiende a otras zonas de la ciudad, como a a las inmediaciones de la plaza de Vigo», afirmó en Radio Voz Antonio Deus, concejal del PP y expresidente de la asociación vecinal de la Falperra. De hecho, agentes de la Policía Nacional tuvieron que intervenir a las dos de la madrugada de este miércoles en una pelea en la zona. Fuentes policiales aseguraron que no se había producido ningún arresto. Y durante toda la mañana la Policía Nacional hizo un especial control por la zona, pasando a menudo varias patrullas. En una de estas inspecciones, pasado el mediodía, identificaron y arrestaron a uno de los okupas. La Policía Local también detuvo a otro joven sobre las 8.30 horas.

Fue a esa hora cuando se vivió un nuevo episodio de violencia protagonizado por miembros de esta banda. Hasta cinco jóvenes bajaban desde Juan Flórez hasta Ramón de la Sagra «pelándose entre ellos e insultando a cualquier ciudadano que pasara a su lado», explicó el titular de un kiosco. «Alguno de ellos estaba ensangrentado, tenían cortes por los brazos y las manos», subrayó este hombre.

La pandilla se paró delante del supermercado Covirán, en el número 9 de la calle Ramón de la Sagra. Entraron en el interior «con la intención de robar, como lo hacen caso a diario», explicó Liz, la titular del negocio. Sin embargo, estos individuos no contaban que a esa hora en el establecimiento estaba lleno de clientes. «Entonces hicieron el paripé de ir a la estantería de los vinos y preguntaron algunos precios», pero Liz y su empleada no les hicieron caso y les invitaron a marcharse. Antes de irse le preguntaron si tenía cuchillas de afeitar, «y para que no las viesen me puse delante de ellas». Cuando más miedo cogieron las dos trabajadoras fue cuando les pidieron «un cuchillo».

«Alguno de ellos estaba ensangrentado, tenían cortes por los brazos y las manos»

Una vez fuera se sentaron en el escalón de un portal y continuaron con el vocerío, con peleas entre ellos e insultando a todos los que pasaban por la zona. Pero alguien avisó a la policía. De inmediato se desplazaron a la zona varias patrullas del 092. Identificaron y cachearon a los okupas, «y se llevaron a uno de ellos», contó el dueño del kiosco. Se le imputa un delito de desorden público y atentado a la autoridad, «ya que se revolvió contra los agentes», contó esta fuente. También tuvo que desplazarse otra patrulla con una agente, «para cachear a una chica que formaba parte del grupo». Esta joven fue trasladada por una ambulancia a un centro médico.

Suso, titular de un taller, y Soraya, de una tienda de Doctor Fleming, recuerdan que hace apenas unos días los miembros de este colectivo okupa atracaron a un hombre de unos 60 años. Le abordaron, le acercaron un pincho al cuello y le apretaron con fuerza la garganta. Al final le llevaron la cartera. Este vecino suele salir siempre con dos perros grandes, pero en esta ocasión no los llevaba, «si fuese así, seguro que no se atrevían a atracarlo», contó Suso.

La dueña de un establecimiento de enseñanza también contó que hace unos días entró en su negocio un individuo. Mientras ella atendía a otros clientes, este joven le cogió el bolso y escapó con él y con unos 400 euros que guardaba en él.

Tampoco quedó sin visitar un establecimiento de ocio nocturno ubicado en la zona. A pesar de que el negocio cuenta con cristales de seguridad, «los ladrones pudieron entrar». Para ello utilizaron un taladro para hacer varios agujeros en el vidrio, «para después romperlo». Un vecino escuchó el ruido del percutor y alertó a la policía. Los agentes llegaron de inmediato, tan rápido que pudieron detener a un joven que aún estaba en el interior del negocio «porque se paró un poco para beberse algo», cuentan varios testigos. Este individuo aún tenía el botín en su poder, que le fue entregado al dueño del pub.

Los okupas de la Falperra también se llevaron un patinete eléctrico de una cafetería. «Estos chavales tienen, al menos, cuatro o cinco de estos aparatos», contó Manuel, propietario de una cafetería. Pero ninguno era el que habían robado en el barrio: «Lo que hacen es contactar con otras bandas de la ciudad e intercambiarlos para que no los reconozcan», explicó Manuel.

Esta banda también accedió al establecimiento Casa Pilar. Su titular, Antonio Vargas, manifestó que le habían hecho un estropicio importante, sobre 6.300 euros, porque se llevaron ordenadores, la caja registradora, bebidas y hasta el bote de propinas. Vargas no entiende como la policía no entra en esos edificios ocupados, «si todo el barrio sabe que el material robado está ahí». Antonio pone como ejemplo que el día que entraron a robar en su negocio le llevaron dos mochilas, «al día siguiente una de mis compañeras vio a una de las chicas okupa con una de ellas».

«Los robos y los incidentes se están produciendo a diario»

Vargas asegura que lo que está ocurriendo en la Falperra no son hechos aislados: «Los robos y los incidentes se están produciendo a diario». Hace un compendio de los últimos sucesos: «Han robado en Casa Ponte, en Puerto Carmela, en el Bar Berry, en el Rincón del Reino». Dicen los vecinos que el modus operandi es siempre el mismo. Salen del edificio ocupado entre las nueve y las doce de la noche. Se colocan en las escaleras de Maestro Clavé a beber y fumar y a intimidar a los vecinos. Luego pasean por las terrazas controlando la situación «y a partir de medianoche actúan en los locales». Antonio Vargas dice que la policía lo sabe perfectamente, y de hecho «tiene varios identificados, «¿Por qué no les detienen?», se pregunta. Y pronostica que algún día va a pasar algo gordo, «una violación, un asesinato, y después pondremos el grito en el cielo».

El propietario de un bar de la zona también contó que los empresarios están muy intranquilos: «A nosotros nos estuvieron vigilando, y hasta nos sacaron fotos de los candados que ponemos por la noche. Así no se puede vivir», indicó. Una panadera manifestó que tiene mucho miedo, «sobre todo los domingos». Dice que ese día no abren otros negocios, y uno de los okupas «estuvo merodeando por aquí y entró a hacer preguntas muy raras, pero con el rabillo del ojo inspeccionó todo el negocio», subrayó temerosa. 

Un hostelero dijo resignado que todos los días te levantas a ver cuál es el parte, «a quién han robado hoy». Pero a este empresario no solamente le preocupan los robos, que también. Asegura que lo que se está viviendo «es un problema gravísimo de seguridad ciudadana». Comentó que estos individuos intentaron meter a dos niñas en un portal: «¿Estamos esperando a que violen a una pequeña para reaccionar? No lo entiendo», manifestó con rabia.

Tampoco pueden soportar más la situación las empleadas y los clientes de los grandes supermercados que hay en el barrio. Al Gadis acuden todos los días, «con la intención de robar». Por ello, nada más verlos entrar el personal ya se pone en alerta, «vigilando cada paso que dan», cuenta una empleada. Y si no son capaces de llevarse nada, la toman con los trabajadores y con los clientes «a base de insultos, escupitajos, quitándose la mascarilla y haciendo que tosen. Esto es un sinvivir, es insoportable», señaló con resignación esta fuente. 

Y lo mismo ocurre en el Froiz. «Hace apenas unos días entraron aquí dos jóvenes con los brazos llenos de heridas, de cortes y sangrando», narró una empleada. Tanto las trabajadoras como los clientes ya no solo tienen miedo a que protagonicen un altercado y agredan a alguien, sino que temen también «al posible contagio del coronavirus, porque no respetan ni las distancias, ni llevan mascarillas...», subrayó esta mujer.

El zapatero del barrio explicó que la situación se volvió insostenible, «así no se puede convivir», dijo. Contó que la Falperra es un barrio «donde vive gente mayor, y los abuelos ya ni se atreven a salir de casa, solamente bajan a la calle a hacer lo imprescindible: ir a la farmacia, a la compra y nada más». Manifestó este hombre «que hasta da pena ver las calles vacías, y todo por culpa de estos indeseables», subrayó. Suso, el mecánico, aseguró que la mayoría de las mujeres del barrio bajan con mucho miedo, «y algunas de ellas no lo hacen si no llevan consigo el bote de pimienta», indicó.