Mascarillas y mascarones

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

La única bandera que no me provoca espasmos es la blanca, supongo que porque no es exactamente una enseña, sino la negación de todas ellas

22 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Con esto de la epidemia, ha habido también un rebrote de patriotas callejeros, que no es que lleven una bandera en la mascarilla, sino que directamente se embozan detrás de un estandarte para dejar clara su identidad nacional o ideológica. Más que usar la insignia de mascarilla, la lucen como un mascarón de proa: la nación va por delante y, cuando llegan ellos detrás del protector facial, la ideología ya hace un rato que está allí, a la espera de instrucciones.

A mí la verdad es que las banderas me dan un poco de repelús. Será porque no hice la mili y porque, como a Woody Allen, el Ejército me dijo en su día que en caso de guerra solo valdría para prisionero. El caso es que esa costumbre de enarbolar unos colores para plantárselos en la cara al vecino, como queriendo subrayar el abismo mental que nos separa a «nosotros» de «ellos» me parece un juego obsoleto y peligroso.

La única bandera que no me provoca espasmos es la blanca, supongo que porque no es exactamente una enseña, sino la negación de todas ellas. Y porque es la que se iza cuando uno se quiere rendir o pedir un armisticio, que son las dos cosas para las que dijo Defensa que servíamos Woody Allen y yo.

Por eso tampoco me disgusta del todo la bandera de Galicia, porque está a solo una rayita azul de ser blanca. En realidad, era la enseña de la Comandancia del Puerto de A Coruña. Y, como era lo último que los emigrantes veían en los muelles antes de partir hacia América, al llegar a La Habana, los gallegos del lado de allá decidieron convertirla en el emblema de toda Galicia. Tal vez por eso, porque nació con fines nostálgicos y no bélicos, este pabellón portuario y casi blanco es la más amable y pacífica de todas las banderas.