Cristina Toba, del Bâbâ Bar: «Moriré con la bandera en alto»

Mila Méndez Otero
mila méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

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ANGEL MANSO

La pandemia pone en jaque a las salas de conciertos que no saben cuándo ni si llegarán a reabrir

06 sep 2020 . Actualizado a las 08:37 h.

Empezó en una crisis, la del 2008, y otra coyuntura todavía más compleja, la pandemia, ha obligado al cierre de sus puertas. El sábado 7 de marzo, sin sospechar la despedida, el Bâbâ Bar abrió por última vez. La sala que desde hace 11 años completa la nutrida atmósfera de espacios de música en directo en la ciudad es un proyecto indisociable de su creadora, Cristina Toba Nardín. Después de 20 años viviendo en París, Londres y Australia, cuando regresó, la coruñesa apostó por un local donde los espectáculos en vivo se pueden disfrutar cenando. Después de hacerse un hueco «en este maravilloso mundo», Cristina se resiste a hablar en pasado de un negocio que, más que música, «reparte magia». Como admite, «ya ves, estoy enamorada de esto».

-¿Sospechaba lo que se le venía encima en marzo?

-La cosa estaba mal, pero no esperaba un estado de alarma. El último espectáculo que dimos fue una jam session femenina. Estoy cerrada desde marzo y todavía sin abrir. Algunas salas de la ciudad sí abrieron en julio pero las restricciones eran tantas que no lo hice. Como estoy dentro de circuitos y ciclos de música como el de Agadic, el mes de septiembre lo teníamos todo programado, con la mala noticia de que también hubo que anular.

-¿Hay fecha de reapertura?

-El problema que se plantea en una sala de música es que tenemos que trabajar con meses de anticipación. Si me dicen, mañana abres, ¿cómo hago? Una sala como esta no se hace desde la improvisación. Lo peor es no saber. Esta incertidumbre genera mucho desasosiego.

-¿Se plantea el cierre?

-Desde el mes de marzo estoy teniendo unos gastos importantes, que son los que genera la sala, alquiler, suministros... y no creo que aguante mucho más, estoy al límite. Como no pase un milagro, lamentablemente voy a tener que cerrar puertas. No sé cómo van a hacer las otras salas de A Coruña, sé que lo están pasando mal. Moriré con la bandera en alto hasta el último momento, pero la situación no da para más. No hemos recibido ningún tipo de ayudas ni de consideración.

-¿Medidas como los ERTE no son suficientes?

-Pago un tanto por cien por los trabajadores en ERTE. Parece ser que los van a ampliar hasta diciembre, pero ¿podremos aguantar tanto? Lo absurdo es que seguimos pagando facturas, como autónomos, y estando cerrados.

-¿Se han sentido señalados?

-Somos el sector olvidado y demonizado. Había unas restricciones tremendas que no se pueden comparar a otro tipo de local, como un restaurante.

-Las salas son una parte esencial del atractivo de las noches coruñesas. ¿Se imagina una ciudad sin su música?

-Sé que la gente está deseando que volvamos. Artistas y público. Esta es una ciudad con una larga tradición de festivales de música, desde la clásica al pop-rock. Muchos músicos gallegos empiezan mostrando su arte aquí. Todo esto se ha hecho poco a poco, las cosas se trabajan y se educan. El público de A Coruña es un público musicalmente culto.

-¿Y un confinamiento sin música en casa?

-¿Qué sería de nosotros si en el encierro no pudiéramos escuchar música? Se ha demostrado que forma parte de nuestra vida. La música es algo que te impregna y está dentro de ti. El milagro de las salas es que su formato, íntimo y acogedor, te permite casi tocar la música. Puedes ver vibrar al artista. Somos esos tubos de canalización que hacen que todo fluya y sea recíproco.

-¿Por qué vale la pena resistir?

-Es un trabajo arduo, pero gratificante cuando ves que la gente sale riéndose o está a tope con un concierto. Disculpa porque la emoción me viene.

Plataforma de talento. Las salas son para muchos creadores su primera lanzadera. Una pata del sector cultural que defiende Cristina Toba, del Bâbâ Bar, que completó el circuito musical del Jazz Filloa, el Garufa o el Mardi Gras.

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ANGEL MANSO

«Somos parte activa del tejido cultural de esta ciudad»

En un teatro en París Cristina Toba sintió la vibración de los dedos de la pianista cuando se sentó en la primera fila. Esa conexión entre espectador y artista posible solo en espacios reducidos fue la que la llevó a crear BâBâ Bar en el 2009.

-Las salas de música en vivo constan como ocio nocturno. ¿Es justa esta calificación?

-Hace tiempo que queremos un reconocimiento como espacios culturales, que lo somos porque somos parte activa del tejido cultural de esta ciudad. Garufa Club, Mardi Gras, Jazz Filloa, las salas generamos cantidad de conciertos. A Coruña se distingue por su buen nivel musical, con músicos y actores excelentes, (también hacemos espectáculos de teatro impro). ¿Qué pasa si de repente estas salas dejan de existir? Es algo que el Ayuntamiento también tendría que pensar.

-Se mete todo en el mismo saco.

-Mis conciertos empiezan en general a las 22.00 horas y a las 00.00 están finiquitados. Y no tenemos problema en adelantarlos a las 20.30. Sin ningún tipo de ayudas y con las restricciones que hay, estamos abocados a cerrar. Vivimos de las consumiciones, de la hostelería, no de la taquilla. Pero no somos hostelería, mi proyecto es el cultural, sino, yo no estaría en esto.

-Las salas son también una plataforma para principiantes.

-Los artistas, músicos o actores, pasan por pequeñas salas antes de debutar en los teatros grandes. Somos parte de la cadena. Lamentablemente, las instituciones no lo entienden. Sin salas de música, la ciudad será realmente algo triste.

-¿Qué le han dicho sus clientes?

-Hay mucha gente que está muy triste. Ayer me paró un asiduo espectador. Me dijo que solo desconectaba cuando se metía aquí y se sentía arropado por la música.