Los nueve días que pusieron a prueba la fortaleza de Aspronaga

A CORUÑA

Libre de positivos, la asociación de atención a personas con discapacidad recapitula 90 días después de perder a un usuario y convertirse, junto con el centro cívico de Feáns, en el primer foco de coronavirus en Galicia. «El covid nos enseñó que somos más fuertes de lo que creemos», afirman en Lamastelle

15 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuarenta años en vanguardia incluso cuando vinieron mal dadas. «Os seguimos, nos marcáis la línea», le decían desde las asociaciones de discapacitados a Juan Fontela, gerente de Aspronaga, en los peores días de la pandemia. La organización decana de Galicia y quinta de España, una brújula en la ruta de la inclusión desde su fundación en Ciudad Jardín en 1979, sufría la mayor amenaza de su historia tras convertirse de la noche a la mañana en el primer foco de covid-19 en Galicia, junto con el centro cívico de Feáns.

Era 10 de marzo, cinco días antes de que se decretase el estado de alarma. Las 71 personas gravemente afectadas que viven al cuidado de 90 profesionales en la residencia Ricardo Baró de Lamastelle ya estaban aisladas. Decisión providencial: ninguno de ellos acude al centro ocupacional ni al de día, y ninguno, con el cierre temprano, se contagió. Esa mañana llega la noticia del primer positivo de los 23 (7 de ellos de trabajadores) que se confirmarán en los meses siguientes: una usuaria del centro ocupacional, que no acude al taller desde el viernes, contrae el virus. «Aquella semana fue infernal, durísima. ¡Cómo no iba a ser si fallecieron compañeros», resume Pilar Fustes, responsable de Comunicación.

La vertiginosa secuencia de acontecimientos ocurridos en los nueve días siguientes pone a prueba la fortaleza de Aspronaga. La Xunta ordena la inmediata clausura de los centros, el equipo de dirección contrata la desinfección de los edificios, 150 personas con discapacidad (algunas necesitarían apoyo especial y salidas terapéuticas durante el confinamiento) se quedan con sus familias, la gerencia trata de proteger a los 170 residentes de las cinco casas y, a la desesperada, pide material de protección a la Delegación del Gobierno y la consellería, sin éxito.

El 16 de marzo, primer día en estado de alarma, Aspronaga se entera por una periodista de La Voz del fallecimiento de un usuario de 45 años. Dos días después muere el padre de otra usuaria. Aparecen los primeros contagios en las residencias, enfermos aislados en su habitaciones, cuidadores sin manera de protegerse. No hay mascarillas. La plantilla y las familias en vilo. El Día del Padre, Aspronaga decide lanzar una petición en las redes sociales para hacer acopio de material, por escaso que sea. «Solo una hora después empezaron a llegarnos mensajes. Empresas grandes, pequeñas, particulares, gente anónima que dejaba paquetes en la puerta y se iban... No sabías de quién era cada uno. Fue emocionante», recuerda Fontenla de aquel 19 de marzo que les trajo la primera señal de esperanza. 

Trabajadores cruciales

Aún habrían de enfrentar hasta 44 bajas preventivas de trabajadores especialmente vulnerables y la incertidumbre de si podrían atender a los usuarios de las residencias al día siguiente. Así durante semanas. Pero los ánimos crecieron. «Dotamos a la plantilla de material de protección y la motivación de los trabajadores, su entrega, fue crucial. Personas que libraban el fin de semana y decidieron venir a trabajar», explica el gerente, que estrenó el cargo el 1 de abril y no duda en señalar la reunión diaria del comité de crisis que se constituyó el 16 de marzo (sigue activa, y seguirá, advierte) como el aprendizaje cardinal de este tiempo y el mejor instrumento para salir adelante. Allí discutieron y gestionaron de manera colegiada las urgencias en materia sanitaria, las necesidades de la plantilla y de material, y las acciones de comunicación, una herramienta decisiva para trasladar diariamente un parte informativo claro y unitario, de la que salió también una web que centralizó los recursos, actividades e iniciativas para compartir con las familias.

«En un momento difícil se dejaron los intereses personales a un lado y todo el mundo se volcó en el interés común. Yo vi eso en este equipo y con eso me quedo», afirma Juan Fontela. Sin positivos ya, pero con los centros aún cerrados y las residencias protegidas en extremo, Aspronaga hace balance de tres meses al borde del abismo. «Somos muy fuertes -dice Pilar Fustes-. El covid nos enseñó que las personas discapacitadas, Aspronaga como entidad y todos nosotros somos mucho más fuertes de lo que creemos».