Juan Brandariz: «La venta de plantas y arbustos experimentó una explosión»

A CORUÑA

Eduardo Pérez

Gestiona, junto a dos hermanos, una empresa centenaria que no da abasto desde la reapertura. «Todo el mundo quiere estar en un entorno agradable», explica este especialista que a las diez de la mañana ya ha caminado 10.000 pasos

31 may 2020 . Actualizado a las 15:17 h.

Habla desde una empresa familiar con más de cien años de historia. «La fundaron mis abuelos, pero ya viene de antes, porque procedían de una familia que ya contaba con plantaciones en la zona», comenta Juan Brandariz Paradela, tercera generación de Viveros Brandariz. Con sede en Seixeda, Osedo (Sada), es una de las empresas del sector más antiguas de Galicia y disponen de tres hectáreas de terreno. En plena fase 2, reconoce que no dan abasto. «La venta de plantas de temporada y arbustos experimentó una explosión. La gente está invirtiendo en poner las casas a punto. Después de tantas semanas de confinamiento todo el mundo quiere estar en un entorno agradable. Y se nos está juntando con lo que no se vendió estos meses», analiza Juan, que es un especialista en planta nacional. Su hermano Marcos es el que se encarga de buscar variedades por todo el mundo. «Donde haya algo que nos interesa, vamos y lo traemos. Lo más original posiblemente sea la dicksonia de Tasmania, que es una variedad de helechos que hace troncos, o un ficus de cuatro metros de altura y muchas plantas del trópico», apunta. Son seis hermanos y la mitad trabaja en los viveros. La mayor es Charo y es la que está ante el público y se encarga del apartado de las macetas, entre otras muchas cosas. «Todos estamos para todo y le echamos muchas horas al negocio. Ahora mismo somos nueve personas en la empresa», explica. 

Diez mil pasos a las 10

Vamos camino de la nueva normalidad, pero la naturaleza sabe de ciclos, no de fases. «Nos vimos obligados a tirar bastante planta de temporada. Tuvimos que deshacernos de prímulas o pensamientos que estaban en su apogeo cuando empezó el confinamiento. Los árboles frutales los estamos vendiendo muy bien, pero con retraso. Fuimos haciendo servicio a domicilio y poco a poco le vendimos a profesionales del sector», comenta sobre la singular primavera que nos tocó vivir. Habla con pasión del negocio. «A nosotros nos parieron aquí. No ando en bicicleta ni hago senderismo, pero a las diez de la mañana ya llevó recorridos 10.000 pasos todos los días», asegura sonriente. Hace referencia al dicho en casa del herrero cuchillo de palo cuando le pregunto si dedica muchas horas al jardín de su vivienda. «Yo tengo jardín y la entrada está decente e intento plantar flores, que le gustan mucho a mi madre, que tiene 88 años. Pero siempre destinamos más tiempo al vivero que a nuestra propia casa», confiesa. De pequeño quería dedicarse a la joyería, un sector en el que trabaja una parte de la familia. Pero a los 23 años cambió las joyas por los árboles. Su único hijo, que tiene la misma edad que él cuando empezó, por el momento es un apasionado de la historia. «Los de la cuarta generación o aún son pequeños o estudian otras cosas», comenta. 

Un árbol exclusivo

Tiene 56 años y una gran experiencia en el sector. «En la jardinería también hay tendencias, como en la moda. Ahora no se poda una camelia como se hacía hace 30 años. Intentamos ser innovadores, buscar plantas diferentes…», destaca. Le pregunto por la pieza más valiosa y me habla de un olivo más que centenario que llegó en un transporte especial poco antes de decretarse el estado de alarma. «Tenemos una colección de olivos impresionante. Del que te hablo tiene diez metros de altura y su precio es de 25.000 euros. Es fundamental que la gente sepa que también en nuestro sector existen productos exclusivos que están al alcance de muy pocos, como sucede con ciertos coches», compara. También presume de su colección de arces, de los frutales, de las plantas de interior, de las hortícolas… «Un vivero no puede dedicarse solo a una cosa. Producimos mucha planta, pero tampoco sería bueno limitarse a lo que se produce», sentencia este empresario cuya principal afición cuando deja los viveros es «el sofá y una buena cervecita».