El vigilante jurado que llevamos dentro

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CORONAVIRUS

A CORUÑA

En la playa de Oza, en A Coruña, los agentes han estado vigilantes
En la playa de Oza, en A Coruña, los agentes han estado vigilantes Ángel Manso

Algún día, cuando todo esto pase, podremos hacer un glosario de expresiones que hemos aprendido con la epidemia. «La tontería de la alarma» estará ahí, en primera página

27 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En Italia se han propuesto poner en marcha a 60.000 voluntarios por todo el país para recordar a la gente que hay que mantener la distancia física y cumplir las normas que nos controlan en esta desescalada. Estarán armados, según un ministro italiano, con la fuerza de la persuasión, la razón y su sonrisa. Está visto que no solo nuestras autoridades patrias apelan a nuestro sentidiño: del lema de la Xunta al alcalde de Oleiros, que no pondrá controles en las playas porque los vecinos tienen que ser responsables. Es una de esas decisiones que nos parecerían tan ejemplares en otras latitudes, pero que aquí nos hacen sospechar de nosotros mismos. Por una parte nos molesta que nos traten como a críos, y por otra dudamos de nuestra propia capacidad de cumplir las normas.

Una oyente de Voces de A Coruña se quejaba esta semana porque en su paseo diario por la playa, recién estrenada la fase 2, no hacía más que encontrarse con jóvenes que no respetaban su horario de salidas. Ahora que los mayores de 70 son los únicos que tienen sus franjas horarias, decía, que no me ocupen la playa, que ellos tienen todo el día, protestaba. Qué difícil nos resulta a veces ponernos en el lugar del otro, y al mismo tiempo con qué facilidad nos sale el policía balcón que todos llevamos dentro. El policía del balcón ha bajado ya a la calle y ahora puede actuar en casi todos los espacios. Los hay a tiempo completo y a tiempo parcial, de paseo marítimo y de terraza de bar, de parada de bus, de ocupación de aceras, de mascarilla, de distancia en las colas. Debería usar la primera persona del plural, porque insisto: todos teníamos vocación de vigilante jurado y no lo sabíamos. Supongo que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia fobia. Me confieso culpable de hacer saltar las alarmas cada vez que asoma el morro de Ney en la plaza de Lugo y está rodeado de niños. Y cuando giras una esquina y encuentras una acera semi vacía pero los únicos que te cruzas deciden que los dos metros de distancia son una chorrada. Con uno de esos especímenes (sin mascarilla) me crucé esta semana. A su colega (distancia cero, mascarilla invisible) le decía «que ya han dicho que van a quitar esta tontería de la alarma». Algún día, cuando todo esto pase, podremos hacer un glosario de expresiones que hemos aprendido con la epidemia. «La tontería de la alarma» estará ahí, en primera página. Por lo menos, aquí nadie ha cortado las cintas para inaugurar las terrazas de los bares. Aunque la de mi calle se merece un corte de cintas, una puesta de largo, una sesión de control en el Congreso y mucho más. Se diría que los dueños y los clientes se han propuesto, ellos solos, levantar la economía del todo el país.