El San Juan es a las 8, la «happy hour»

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CORONAVIRUS

A CORUÑA

Eduardo Pérez

A las ocho no cabe un alma en ese paseo marítimo que se ha convertido en un festival de gente, que sortea como puede la alegría de ver a los demás

07 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Unos lo ven como una distopía, porque salen de casa y hay un silencio sobrecogedor, solo se oye el ruido del mar, no suena ni un claxon, no se ven coches y todos caminamos con mascarilla. Es una visión. Pero otros, los que hayan cogido carrerilla desde el sábado y bajen en el turno de las ocho, estarán viviendo el San Juan coruñés que tanto nos han dicho que no podíamos celebrar. A las ocho no cabe un alma en ese paseo marítimo que se ha convertido en un festival de gente, que sortea como puede la alegría de ver a los demás. La happy hour del confinamiento comienza después de los aplausos y cuando la mayoría de los coruñeses salimos a la calle porque antes no hemos podido hacerlo. Entre los 14 años y los 70 aún hay un buen grupito de personas que no ven la posibilidad de mover las piernas en otro momento. Porque a las 6 de la mañana habrá algún runner madrugador e hiperactivo, pero los chavales que empiezan el cole y los mayores que están teletrabajando o currando fuera no tienen mucho margen de maniobra. Así que cuando el otro día no sé quién preguntaba en las redes sociales por qué funciona tan bien el modelo sueco, quizás encuentre la respuesta en esta desescalada en que nos juntan a todos a la misma hora. Eso, si no te pasa como a las familias con varios hijos en que las madres estos días hacemos piernas para bajar en varios turnos: los pequeños a una hora y los adolescentes a otra. Conozco matrimonios que no se han roto, pero que podrían, porque la norma los divide en el turno de paseo. Si uno no ha cumplido los 70 baja a las ocho, pero si el otro ya ha soprepasado ese número debería hacerlo a las siete, así que en esta locura de cifras, reconozco que a veces me quedo a la cola. Perdida en esa marabunta que se desplaza por el paseo y cede al inconformismo que le asalta por dentro. «Esto no está bien resuelto» me da por pensar, pero como no quiero enmarañarme en lo negativo, relajo y avanzo en observar cómo todos terminamos sentados en la arena, sin cintas que nos dividan, celebrando este sol maravilloso como si estuviésemos festejando el San Juan de junio, pero sin sardinas ni churrasco.

He visto a grupos de adolescentes abrazarse y saltarse la norma sintiendo que dentro de mí ya habita una señora mayor que les llamaría la atención inmediatamente. Pero la vida es así. Unos arriesgan y otros se esquivan, aunque la mayoría avanzamos por el mismo paseo marítimo, porque nadie quiere despejarse subiendo la Villa de Negreira y dando vueltas a la manzana de Entrepeñas. Los coruñeses hemos elegido ver el mar y como era previsible hemos escogido todos seguir la misma línea de puntos para reconocernos y saber que estamos bien. La happy hour de la cuarentena es una cita ineludible, eso sí, con mascarilla, por favor. Si quieren ver a alguien, no tienen más que poner un pie en el paseo, allí estamos todos confinados a las ocho.