Premio Nacional de Poesía para Peruleiro

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Nuria Cancela

Con la literatura la cosa había estado más bien rácana hasta que el Ministerio de Cultura ha decidido bendecir los versos de «Tempo fósil», de Pilar Pallarés

12 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Si la memoria no me falla, el de Pilar Pallarés es el primer Premio Nacional de Poesía que cae en Peruleiro. Nos había tocado la primitiva hace años, cuando la peluquera Loli sacó un boleto de 800 millones de pesetas en la librería de Juan, pero con la literatura la cosa había estado más bien rácana hasta que el Ministerio de Cultura (con perdón) ha decidido bendecir los versos de Tempo fósil (Chan da Pólvora), libro en el que Pallarés transmuta en versos la destrucción de la casa familiar bajo la enésima ampliación del aeropuerto de Alvedro (LCG para los amigos).

No vamos ahora a descubrir aquí a Pilar Pallarés. Ni siquiera vamos a revelar la afición que en Peruleiro hay por la alta poesía que bebe de lo cotidiano (no todo va a ser cultivar la tragedia griega en las gradas de Riazor). Podríamos hasta detallar que no se escribe la misma literatura en la acera del Norte (a la izquierda, según avanzamos desde la avenida de La Habana hacia la ronda de Outeiro) que en la orilla derecha del Cazolo Furado, donde abrevamos los deportivistas desconsolados. Pallarés es de la acera del difunto Mesón de Chicho, lo que imprime carácter, porque escribe desde la frontera con el Campo da Burra y las leiras del Observatorio. Es uno de esos puntos donde, como me explicaba Ferrín en una entrevista, la ciudad se desdibuja porque «ten á aldea petando ás portas». Y así, a Pilar le sale una poesía telúrica, que emerge desde el humus para trepar desde los pies plantados en la tierra misma hasta el cerebro.

Pero, como filólogos tiene la Santa Madre Iglesia, lo que me interesa ahora de Pilar Pallarés no es la vivisección de su vida y obra en las morgues y capillas de la filología forense, sino explicar la clave de por qué ha llegado tan lejos una escritora que camina tan despacio y que, en plena semana de fanfarrias ministeriales, a lo único a lo que aspira es a tomar algo con los parroquianos del Cazolo para celebrarlo. La clave de todo está en el amor a los gatos que cultiva Pilar, que hasta le ha puesto un piso a sus felinos justo frente a la casa de mi madre. Igual alguien piensa que exagero, o que lo digo porque yo escribo con una gata albina espiando mis párrafos al otro lado del portátil, pero quien todavía albergue alguna duda sobre la diferencia entre escribir con gato o sin gato, le recomiendo que se lea primero los versos ancestrales y petrucios de Tempo fósil y, si luego todavía le queda alguna sospecha, que se acerque a las páginas de El gran libro de los gatos (Blackie Books), donde Jorge de Cascante nos cuenta que Sylvia Plath tenía un minino llamado Nijinsky. Por eso Pilar Pallarés, que también sabe que el mundo solo se explica desde la mirada felina, es de esa clase de escritores lúcidos que, cuando les telefonean desde el ministerio para anunciarles un premio, tiene el móvil apagado.