La niña que dejó la música por ser mujer

Javier Becerra
Javier Becerra CRÒNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

j. b.

14 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Sucedió el pasado viernes. En la sala Mardi Gras María Jesús Cabana presentaba su primer disco como Astrogirl. Se iba a titular Vértigo, pero finalmente se llamó Toro. En el cambio de nomenclatura influyó la perspectiva: del miedo a caerse al precipicio a la fuerza animal para sacarlo adelante. Mereció la pena. Es un disco precioso, lleno de bonitas canciones pop con las emociones a flor de piel y ecos de grupos como Suede, Belly o Throwing Muses. Pero también es el disco que tiene una historia agridulce detrás.

Les explico. Hace unos meses me invitaron a una mesa redonda sobre la mujer en la música y la igualdad. Antes de ir, pedí ayuda a amigas de este mundo para que me comentaran su experiencia. Recibí algunos mensajes más o menos esperables. Que les decían «tocas como un tío» como piropo. Que las confundían con las novias de los músicos. Que les hablaban con paternalismo cuando había en cuestiones técnicas en juego. También cosas como preguntarle a una mujer si su marido le había dado permiso para trabajar en el mundillo del rock. Sí, en el siglo XXI.

Sin embargo, hubo una historia que me llegó muy hondo. Era la de María Jesús. Me había enviado un archivo de audio de unos 15 minutos. En él me contaba que, siendo niña, se interesó en la música. Tenía muy claro que eso era lo que le gustaba. Sin embargo, conforme fue creciendo, apareció en ella un obstáculo: en ese mundo no había mujeres. Todo lo que le rodeaba era masculino. Lo de su ciudad y lo de más allá. La única opción que veía desde su género era la de ser una chica sexi como las de la tele, algo que se le escapaba.

Poco a poco, empezó a abandonar la idea de tocar. Se convenció a sí misma que no valía para ello por ser mujer. Acabó por dejarlo todo a un lado, un poco avergonzada. Y terminó abriendo la puerta a la depresión. La historia ahí toma el punto de obligar al que la escucha a reírse o sentir empatía. Resulta tan fácil un camino como otro. En la elección uno se define.

Al escuchar aquello sentí vértigo. No estaba hablando de un machismo hostil y explícito. No estaba hablando de que la ridiculizasen por ser mujer. No estaba hablando de nada tan obvio, no. Tampoco estaba reivindicando a esa luchadora fuerte que se abre sitio a codazos y que hoy tanto se realza. No, hablaba de algo muy diferente. De como una persona normal puede dar un paso atrás y llenar su vida de tristeza cuando el entorno no es amable y no hay referencias. Lo que a lo mejor yo hubiera hecho si me encontrase en su lugar. Lo que ocurre es que soy un hombre y no tengo esos problemas.

¿Cuántos discos nos hemos perdido en esta ciudad por ese motivo? No pude dejar de pensar en ello mientras su bellísima música nos acariciaba en la Mardi.