Los pioneros de María Pita, 40 años después

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA

A CORUÑA

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Protagonistas del estreno democrático recuerdan un mandato histórico en el Ayuntamiento

06 abr 2019 . Actualizado a las 22:54 h.

El 19 de abril de 1979, Domingos Merino (Unidade Galega), tomó posesión como alcalde. Para los concejales que le acompañaban, la Guerra Civil quedaba entonces tan lejos, a 40 años, como de nosotros aquella primera corporación de la nueva democracia.

Fue un mandato convulso, con seis partidos políticos en el pleno. La UG de Merino era la segunda fuerza de la izquierda, con cinco concejales frente a los seis del PSOE. Pero en los llamados «pactos del Hostal», los socialistas cedieron la alcaldía a cambio de apoyo en otras ciudades.

El gobierno local nunca se asentó, y el 26 de febrero de 1981 Merino salió de la alcaldía. Se formó un pentapartito con Joaquín López Menéndez al frente. El líder de UCD, la fuerza mayoritaria en el pleno con ocho concejales, dirigió casi un «gobierno de concentración», en el que se integraron desde los comunistas hasta la Coalición Democrática, que incluía a Alianza Popular.

Los conservadores

Emilio Quesada. Entre los ediles de AP estaba el letrado Emilio Quesada Zato. Era de los pocos con experiencia municipal previa, y recuerda que «los novatos se perdían en discusiones en las que no participábamos, porque nada tenían que ver con un Ayuntamiento», desde el aborto a la homosexualidad. Los plenos podían durar «hasta las cuatro de la mañana, era un rollazo». Era un Ayuntamiento «muy ineficaz» que dejaba de lado debates «importantes como Alvedro o la capitalidad». Esas circunstancias, y que su partido era «muy radical de izquierdas», causaron «la caída del alcalde» cuando «el PSOE se cansó y dio un paso al frente».

Recuerda con mejores ojos el pentapartito «en el que fuimos capaces de olvidar las diferencias ideológicas y resolver la organización del Mundial, Alvedro, la conexión con la autopista... muchos problemas importantes».

Los nacionalistas

Gonzalo Vázquez. Quesada insiste en que, pese a las diferencias ideológicas y la compleja situación política, el trato entre los ediles era cordial y respetuoso. Lo confirma Gonzalo Vázquez Pozo, de Unidade Galega: «O debate era bronco, apaixoado», pero no se entraba en lo personal.

Vázquez Pozo fue responsable del área municipal de Gobernación -hoy Personal e Interior-. No niega las dificultades, las «areas movedizas» en materia legislativa, la inevitable inexperiencia, una «estricta correspondencia formal do PSOE» a los acuerdos con su partido... También un funcionariado con fuerte «sentido corporativo» y que venía del régimen anterior, pero que «en termos xerais» actuó con «profesionalidade».

Las barreras ideológicas no fueron infranqueables. Vázquez Pozo cuenta que el 23-F, el jefe de protocolo, Ramón García Barros, que estaba «plenamente identificado co Réxime», le ofreció refugio en su domicilio. Quiso contarlo ahora, en «honra á memoria e bonhomía» de Barritos, como le conocía todo el Ayuntamiento.

Aunque lamenta las cosas que quedaron por hacer, recuerda las que sí salieron, como el primer convenio colectivo municipal, la aprobación en mayo de 1981 del cambio de nombre de las calles, que solo se ha cumplido «parcialmente», o la participación vecinal, que permitió a los vecinos hablar en plenos y comisiones.

El asunto de la capitalidad puso su «granito de área» en la marcha de Merino, pero para Vázquez Pozo la clave fue la política urbanística, que le enfrentó a los «poderosos» de entonces, que, señala, son los mismos ahora. Lo mismo dice Ricardo Vales, histórico dirigente vecinal, que recuerda la contradicción de la época, entre la ilusión de las elecciones, la certeza de que había «moito que facer», con barrios «sen alumeado ou sen asfaltar» y el miedo al golpe de Estado.

Pese a todo, Vales -ahora candidato del BNG- coincide en la «camaradería» y el «respeto» que se advertía entre ediles de tendencias ideológicas opuestas. También subraya que los debates plenarios tenían «moita máis altura que na actualidade».

Los socialistas

Antonio Carro también recuerda la «ilusión «de salir de aquella «amargura fascista» y el «deseo y compromiso de servir a los coruñeses». Pero cree que aquel primer ensayo de gobierno de coalición, del que «no se ha aprendido todo lo que se debería», se vio truncado por el «esencialismo de las fuerzas políticas» y la necesidad «de ser el protagonista exclusivo de los éxitos». Cree que Unidade Galega tenía «muchas ganas de dar el sorpasso» al PSOE, «ese fue el premio a los pactos del Hostal».

Subraya que no ocurrió lo mismo con otras fuerzas: «Nos entendíamos perfectamente con el PC», y elogia al fallecido Rafael Bárez Álvarez, que «luchó mucho» en cuestiones urbanísticas.

Aunque otros atribuyen la ruptura a su deseo de ser alcalde, Carro subraya que nunca tuvo interés personal en ello. «[Merino] siguió de concejal, pero yo me marché», recuerda. Fue regidor interino durante mes y medio, entre la dimisión de Domingos Merino y la toma de posesión de Joaquín López Menéndez.

Carro recuerda la conocida polémica de la imagen de la virgen del Rosario en Alcaldía, que Merino quitaba y él devolvía a su lugar cuando estaba al frente. No se trataba de una cuestión religiosa: «Le decía, ‘Domingos, que hay una patrona’». Sería diferente si declarase «anulado el patronazgo», subraya Carro, pero al no ser así «es cuestión de respeto».

Carro reclama una política municipal centrada en presupuestos concretos y objetivos claros al servicio del ciudadano, y menos en la ideología. Pero cree que la capitalidad fue clave, porque un alcalde «tiene que luchar por su ciudad» y la ausencia de Merino en el famoso mitin del Palacio de Deportes fue una contradicción quizá definitiva.

Sobre esa ola de la capitalidad llegó a la alcaldía Francisco Vázquez en 1983. A la movida primera corporación de seis partidos la siguieron seis mayoría absolutas.