Carlus Padrissa: «Nuestro teatro está casi prohibido»

FErnando Molezún A CORUÑA

A CORUÑA

cedida

El codirector artístico de La Fura dels Baus ofrece esta tarde una conferencia en la Fundación Barrié

28 mar 2019 . Actualizado a las 10:27 h.

El ciclo de conferencias La obra de arte total en el arte contemporáneo, organizado por la Fundación Barrié en colaboración con la Fundación Amigos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, lleva esta tarde a la sede del Cantón a Carlus Padrissa, codirector artístico de La Fura dels Baus. La cita es a las 20.00 horas con entrada libre.

-Sus montajes son un buen ejemplo de obra de arte total.

-La fascinación por el arte total estuvo siempre en la Fura, desde el principio. Veníamos todos de disciplinas muy diversas y no éramos los mejores en ninguna de ellas. No éramos grandes músicos ni actores brillantes ni destacábamos en las artes plásticas, pero sí que supimos mezclarlo todo, y ese fue nuestro gran acierto.

-Ya son todo un clásico. ¿Ha restado esto peligrosidad a sus montajes?

-Pues cada vez es más complicado hacerlos. Nuestro teatro está casi prohibido. No matamos a nadie, pero dada nuestra interacción con el público sí que la gente piensa que puede pasar algo. Con los años, las medidas de seguridad han ido incrementándose en los teatros, y eso nos lo pone difícil. Antes rompíamos un coche en escena y ya estaba, pero ahora te lo revisan para que no tenga depósito de gasolina, que no tenga cristales... ¡Y ya no te hablo del uso de fuego! Seguimos manteniendo una línea furera, muy dura, pero cada vez tenemos menos salas donde hacerlo.

-¿Cómo llevan eso a cabo en teatros clásicos como en la Semana Mozart de Salzburgo?

-Se trata de crear el sentimiento de teatro total, que sientas que puedes tocar, oler al actor. Es el concepto esférico de la escena, que el espectador se sienta inmerso en el espectáculo, dentro del escenario. Y si el teatro no lo permite físicamente, es de los de estar sentados, pues hacemos que sean los actores los que bajen al público, y si no hay pasillos, pues por encima de las sillas, sin pisar al gente, claro. Y eso sí que nos dejan hacerlo.

-¿Fue complicado meter este tipo de montajes en un ambiente tan rígido como el de la ópera?

-Bueno, también nos lo han demandado los teatros. Al menos algunos. Los directores artísticos de las óperas han visto que había que abrirse o era la muerte. Se empezó a invitar a gente ajena a la ópera, como meter elefantes en una cacharrería, a ver qué pasaba. Así se hablaba de ello y generaba expectación. Era una actualización imprescindible. Pero la Fura fuimos un paso más allá, ocupando la platea.

-Estuvo detrás del espectáculo de la ceremonia de apertura de Barcelona 92. ¿Supuso eso un punto de inflexión para la Fura en cuanto a la aceptación del público?

-Sin duda. Y eso que no todo el mundo estaba convencido dentro del grupo, les parecía demasiado serio. Pero yo lo veía como una oportunidad única de márketing cultural. Éramos un grupo de teatro de culto y teníamos la oportunidad de hacer un espectáculo que lo vería más de media humanidad. No podíamos hacer lo que realmente queríamos, pero ahí estaba el ADN de la Fura. A raíz de eso hasta mi panadero empezó a tomarse en serio lo que yo hacía.