Las obras de la cubierta desplazaron a miles de seguidores

Pedro José Barreiros Pereira
p. barreiros TEXTO

A CORUÑA

CESAR QUIAN

El Deportivo y sus aficionados han padecido meses de retrasos en la reforma de Riazor, que obligaron a reubicar a casi diez mil socios en los partidos de casa.

08 ene 2019 . Actualizado a las 14:21 h.

El descenso del Deportivo a Segunda División contó con un invitado inesperado: las incomodidades por los retrasos en la reforma de las cubiertas del estadio de Riazor. Después de alterar su calendario para abrir el campeonato con tres partidos consecutivos a domicilio, las reubicaciones de miles de socios en sus cuatro primeras jornadas como local se convirtieron tan solo en uno de los problemas con los que el equipo coruñés hubo de convivir para hacer compatible las largamente demandadas obras con las obligaciones de la competición. Finalmente, el Ayuntamiento dio por acabados los trabajos, que contaron con un presupuesto superior a los siete millones de euros, el pasado 14 de diciembre después de meses de demora en unas labores que parecían no acabar nunca. 

Los plazos anunciados se incumplieron reiteradamente y pronto se vio que la reforma prevista se estiraría sin remisión. En la presentación de la propuesta ganadora para la redacción y la ejecución del proyecto, el equipo del alcalde, Xulio Ferreiro, afirmó que Arias Infraestructuras se había comprometido a llevar a cabo la totalidad de las obras en un plazo de 124 días. «Los trabajos se harán entre el 15 de mayo y el 14 de agosto del 2018», señaló entonces el responsable municipal de Rexeneración Urbana, Xiao Varela. Pero aquellas prisas no acompañaron al inicio de las tareas, que se pospusieron hasta el cambio de mes entre mayo y junio por causas que no trascendieron. Solo dos días después, el concejal de Deportes, José Manuel Sande, reconoció que la reforma del estadio concluiría más tarde de lo previsto y se señaló entonces su final para los últimos días de septiembre.

Pero ya de vuelta a la competición, y mientras los temporales del otoño llamaban a la puerta, los andamios seguían levantados en los fondos de Riazor, mientras amplias zonas de la cubierta permanecían al descubierto. Así, el Deportivo se vio obligado a reubicar en otras gradas a unos 10.000 socios, casi la mitad de los que contaba por aquellas fechas, y a no despachar entradas al público en partidos tan señalados como la visita del Sporting de Gijón, considerado el que más taquilla podía dejar de la temporada por el habitual desplazamiento masivo de la hinchada visitante, o el del Málaga, entonces líder destacado de la categoría.

El lento avance de las obras aún provocó nuevas reubicaciones en las dos jornadas posteriores y hasta más incomodidades, como que la afición se volviese a mojar en el estadio durante los partidos posteriores, ya sin traslados masivos. El último objetivo del gobierno local, tener la obra terminada para la disputa del Trofeo Teresa Herrera, el 14 de noviembre, también se incumplió y las importantes lluvias que cayeron en los encuentros contra el Oviedo y el Osasuna provocaron que amplias áreas de asientos en las gradas inferiores se viesen afectados y muchos aficionados buscasen refugio en zonas más altas.

El último partido del año en casa contra el Zaragoza aún se disputó con las calles cortadas por las vallas, así como una grúa y maquinaria por retirar en los alrededores del estadio. Se espera que el primer encuentro del nuevo año, el derbi contra el Lugo del próximo día de Reyes, se pueda disputar sin nuevos contratiempos y con una estadio ya rematado por completo.