Tocar, jugar y emocionar

Javier Becerra
JAVIER BECERRA A CORUÑA

A CORUÑA

MARCOS MEZQUIDA Y SILVIA PÉREZ CRUZ AL FINAL DEL CONCIERTO
MARCOS MEZQUIDA Y SILVIA PÉREZ CRUZ AL FINAL DEL CONCIERTO

Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida convierten en el Palacio de la Ópera de A Coruña en un territorio onírico con las emociones a flor de piel

09 dic 2018 . Actualizado a las 12:30 h.

Contaba Silvia Pérez Cruz en la entrevista que dio el pasado viernes a La Voz que en el escenario experimentaba sentimientos muy oníricos. También que su relación con la música se basaba en el juego. Anoche, en el Palacio de la Ópera subrayó ambos extremos junto a Marco Mezquida, el pianista que lo acompaña en esta especialísima gira a dúo.

Tocando él en la oscuridad. Cantando ella en el suelo. Haciendo que la luz ilumine poco a poco al sonido. Creando un ambiente medio real, medio fantasía. Así se presentaron. Con Marco entregado a un piano que se pulsaba casi con el corazón. Con Silvia generando oleadas en la garganta con su versión del Pequeño Vals Vienés. Y todo con un tenue color azul de fondo. Dibujando un escenario perfecto. Así terminaron. Entre uno y otro momento, hora y media de música sin fronteras, curiosa, juguetona y muy emocionante.

Rozando el lleno, el dúo se presentó en A Coruña, materializando sobre un escenario los deseos que bullían en conversaciones de amigos. Lo contaron en una pausa entre canción y canción. Llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero precisamente la falta de tiempo impedía llevarlo a cabo. Hasta ahora, cuando el versátil pianista ha puesto su imaginario lúdico y heterodoxo al servicio de esta cantante que se mueve en el fado con la misma naturalidad que con los standars del jazz, los coros religiosos o la canción popular.

De todo ello hubo en una actuación en la que invitaron el público a meterse en su propuesta, deambulando entre lo familiar, lo extraño y lo sorprendente. Melodías evocadoras del My Funny Valentine, interpretadas en penumbra.Versos del Negra Sombra de Rosalía de Castro que surgían como espectros del interior de ese piano. Aromas brasileños y portugueses, que en los labios de Silvia se difuminan en algo también un poco español. La inevitable Llorona, con sus pausas mágicas y carismáticas. La más inevitable aún, Vestida de Nit, pieza fija en todos sus repertorios. El The Sound Of The Silence de Simon & Garfunkel tocado con brío guitarrero y teclas de lirismo.

Canciones, que como la propia Silvia dijo, forman parte de «música de esa que te cuida», pero llevadas esta vez a un territorio más divertido si cabe. En  ese sentido, Marco jugaba a ser ese niño que se atreve a tocar donde la norma prohíbe, metiendo sus manos en las tripas del piano o extrayendo chiribitas con ese colgante con percusiones mágicas. En  el bis ya optaron directamente por el pop de juguete, versionando el No surprises de Radiohead con un piano para niños. Todo antes de rendir tributo a Lorca, Cohen y Morente en el citado “Pequeño Vals Vienés” con el que se cerró la noche.

Al término, teatro en pie y lluvia de superlativos por los pasillos antes de enfilar la salida. En algunos casos, también un una pregunta-deseo: ¿y si graban un disco juntos?