Carnoedo pide que la Xunta revoque el cierre de la escuela unitaria

Pablo Varela / A. A. SADA

A CORUÑA

Eduardo Pérez

Padres, familiares y grupos políticos locales critican que se haya tomado la decisión a mitad de curso

09 dic 2018 . Actualizado a las 00:03 h.

Apareció con una pancarta de cartón sostenida por el palo de una sombrilla donde rezaba: «Non pechen a miña escola». En pequeño, un «porfa», casi en tono de súplica. Y, sin querer, se erigió como el protagonista de la mañana. Miguel, de nueve primaveras e hijo de Elena Gómez, pedía ayer ante la escuela unitaria de Carnoedo que la Xunta dé marcha atrás en la clausura del centro, al que él acudía hace años. Cerca, una multitud de padres, niños, familiares y todos los grupos políticos de la localidad, que no entienden por qué el martes llegó una inspectora de Educación con un sobre para avisar de un cierre que, contaban, obligará a reubicar a los críos en otros colegios de Sada y Bergondo antes del 8 de enero, al concluir las vacaciones de Navidad.

«No nos oponemos al cierre como tal, pero sí a que se haga a mitad de curso», cuenta Miguel Gandullo, cuya hija, de tres años, es una de las afectadas. Son tres, porque el curso lo iniciaron cinco niños, pero dos se dieron de baja. «La situación es coyuntural», explican desde la Federación de Ampas. Estiman que el número de alumnos subirá a ocho el año que viene. Alguno de ellos, hermano de los que ya estudian allí.

Ese factor es uno de los que, a juicio de Manuel Gandullo, padre de Miguel, debería haberse tenido en cuenta previamente. «Aquí, los niños aprenden una educación diferente a la de otros colegios, porque los mayores cuidan de los más pequeños y ellos, a su vez, se inspiran en los grandes». Y el caso es que, en septiembre, cuando dio comienzo el año académico, se continuó aceptando la gestión de excursiones conjuntas con otros centros de la zona. «Si ha estado abierto hasta diciembre, ¿por qué no se les permite seguir hasta acabar en junio?», preguntan Iria Mondragón y María Piñeiro, dos de las madres presentes. Ambas inciden en que jugar con la adaptación de los niños no es lógico. Además, recalcan que «los gastos de la escuela unitaria los asume el Ayuntamiento» y no la Xunta, de ahí la incomprensión. «No hay un precedente de haber hecho esto en el ecuador de un curso», dice Mondragón.

Mientras, un abuelo observaba a su nieta jugar a la mariola. Otro, que apenas rozaría los cinco en su carné de identidad, se escapaba travieso de su madre mientras caía la lluvia porque rechazaba ponerse la capucha. Quizá por su cabeza pasaba que era un día más en su lugar de siempre, pero la cara de Miguel, con su cartel, parecía más seria. «Solo han pensado en un número de personas y no en los niños ni su entorno», zanjaba Mondragón mientras protestaban.