Carlos Nárdiz: «El ingeniero debe abrirse a lenguajes más estéticos y no solo técnicos»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Analiza en un libro las contribuciones de la ingeniería a la arquitectura

01 oct 2018 . Actualizado a las 11:16 h.

La obra de seis arquitectos o estudios de arquitectura -Gaudí, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Louis I. Kahn, SOM y Foster- y otros tantos ingenieros o estudios de ingeniería -Torroja, Nervi, Ove Arup, Schlaich, Peter Rice y Bollinger+Groshmann-, sirven a Carlos Nárdiz para poner de manifiesto la contribución de la ingeniería a la arquitectura contemporánea. Lo hace en su libro Entre la arquitectura y la ingeniería 6+6, y para ello ha necesitado más de 600 páginas.

-Extenso volumen para abordar la contribución de la ingeniería a la arquitectura del siglo XX.

-Es que ha sido enorme. Históricamente el arquitecto se fijó en las obras de ingeniería, sobre todo en las fábricas. Todo el racionalismo moderno está apoyado en la visión de edificios realizados por ingenieros, con una enorme austeridad, y que transformó de alguna manera la arquitectura ecléctica del XIX. La ingeniería, en este sentido, supuso un revulsivo para el mundo de la arquitectura.

-¿Son dos maneras distintas de abordar un mismo proyecto?

-Manejan lenguajes distintos. El arquitecto, que en estos casos juega el papel de director, tiene una aproximación a la obra distinta de la que tiene el ingeniero. Este último tiene una visión más técnica, mientras que el arquitecto maneja fundamentalmente lenguajes formales que están más relacionados con la tradición de las bellas artes. Y cuando se produce esta colaboración conjunta de estos dos lenguajes en una obra de una escala determinada es cuando tienen como resultado las mejores obras de la arquitectura contemporánea, que son a las que me refiero en el libro.

-¿De dónde viene esa divergencia de lenguajes?

-Viene marcado por las distintas formaciones que tienen arquitectos e ingenieros. La ingeniería siempre tiene un fuerte componente técnico desde el punto de vista estructural y constructivo, aunque históricamente eso no le ha impedido enriquecerse con otros tipos de lenguajes. No son disciplinas enfrentadas, y algunos ingenieros singulares se han ido empapando de lenguajes estéticos y paisajísticos que han contribuido a enriquecer su obra. Pero es cierto que la formación tradicional del arquitecto profundiza más en determinados temas formales y espaciales.

-¿Sería deseable mayor formación artística en las escuelas de Caminos?

-Sobre todo mayor formación estética y paisajística. La obra de ingeniería tiene una enorme trascendencia, en primer lugar como consecuencia de su emplazamiento y su dimensionamiento, pero además es una obra que permanece en el tiempo, de manera que pasa a formar parte del paisaje. Una mayor formación en estos aspectos sería conveniente, porque cuando acertamos en estos puntos la calidad de la ingeniería se hace más evidente a los ciudadanos. Soy profesor de paisaje en la escuela de ingeniería, así que ya insistimos en esos componentes más estéticos y formales de la obra de ingeniería, que son los que en el fondo perciben los ciudadanos. El ingeniero no debe refugiarse en la técnica o en la ciencia, sino abrirse a este tipo de lenguajes.

-La funcionalidad no tiene por qué estar reñida con la estética.

-En absoluto, lo que pasa es que la aproximación estética tiene un componente subjetivo muy grande para el cual hay que formarse. La carga funcional está en lo más profundo de la ingeniería. En el equilibrio entre la funcionalidad y la estética está el acierto. 

«La ampliación de accesos a la ciudad debe unirse a una apuesta clara por el transporte público»

Carlos Nárdiz apuesta por una movilidad más sostenible como única opción válida de futuro para nuestra ciudad.

-¿Qué análisis realiza de la movilidad en A Coruña?

-Lo más necesario en estos momentos es introducir restricciones al vehículo privado dentro de la ciudad y potenciar los recorridos andando o en otros medios de transporte más sostenible. Por otro lado, es verdad que vivimos en áreas metropolitanas, y que hay que darle una respuesta a esa movilidad que se produce desde la periferia hasta el centro. Ahí hay actuaciones de ampliación de infraestructuras de acceso que pueden estar justificadas, pero tienen que ir acompañadas de una apuesta clara y radical por el transporte público. Esto tiene unos costes, la implantación de carril bus en las calles de la ciudad, la restricción del tráfico privado, la educación del ciudadano...

-¿Y estamos preparados para asumir esa nueva movilidad?

-Estamos preparados, pero hace falta voluntad política. Visité los Países Bajos en la década de los setenta y la movilidad en bicicleta ya era importante. Hoy se ha extendido a la mayor parte de las ciudades europeas. Aquí en A Coruña somos todavía excesivamente dependientes de los vehículos a motor, por lo que tenemos por delante un largo proceso que, entre otras cosas, incluye el convencer a los ciudadanos de que esa es la dirección correcta. Todo pasa por una ciudad más habitable, para lo que hay que potenciar los recorridos peatonales, aumentar aceras, para seguir el modelo por el que llevan décadas apostando en Europa. Hoy las ciudades se reconocen en la calidad del espacio público y esta tiene que ver directamente con la introducción de esas nuevas formas de movilidad.