Siete heladerías en quinientos metros

Alfonso Andrade CORUÑESAS

A CORUÑA

EDUARDO PÉREZ

01 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los niños de mi generación cruzamos el desierto de las heladerías en los años setenta y ochenta: La Ibense y La Italiana. Era lo que había, además de los eventuales helados de carrito, sobre los que en aquel entonces planeaba una extraña y absurda sombra de duda («¡sabe Dios con qué agua están hechos!», decían las madres). Con un ojo puesto siempre en La Italiana, yo era más bien de La Ibense, de su avellana, su mantecado y su leche merengada, y de aquellos cucuruchos con un sabor único, ya irrecuperable.

Tan cicatera oferta de heladerías obligaba a posicionarse, a tomar partido y abonarse a uno de esos dos clubes. Como mucho, se permitía la osadía de traicionarlo de vez en cuando. Así, después de una eventual infidelidad, uno acababa regresando al redil del chocolate con limón o de la nata con fresa de La Ibense.

Aquella dualidad tenía una ventaja para los chavales: el mundo del helado en Coruña era estructurado, muy claro... Y quizá por eso ahora, ya creciditos, nos cuesta un poco tomar partido (excepto a los fieles a La Italiana, que resiste con salud de hierro) entre la constelación de alternativas que conforman la milla de oro de las heladerías del planeta: la avenida de la Marina. En ningún otro sitio del mundo debe de existir un caso como este.

Veamos: en los quinientos metros que van desde el Teatro Colón hasta Puerta Real se cuentan siete heladerías, que son: Colón, Bico de Xeado, Ice Wave, Farggi, La Italiana, La Ibi y Puerta Real. Todas ellas, lógicamente, apelmazadas en un solo lado de la vía. Puede ser la mayor concentración mundial de negocios del frío. Y eso, sin tener en cuenta otros locales de hostelería que, atentos al éxito del producto, anuncian en sus puertas que también lo venden; o las otras cuatro heladerías que se distribuyen entre Riego de Agua y San Nicolás.

Es terriblemente cruel pararse a pensar lo que habría disfrutado un niño de mi generación ante semejante arsenal de sabores y toppings si esta alineación estelar se hubiese dado en tiempos gastronómicos más austeros. Si empezamos a repasar los nuevos sabores... Requesón con higo caramelizado, licor café, hierbabuena, yogur con maracuyá... ¡Una auténtica tortura!

Por otra parte, y después de haber padecido aquella sequía gélida de los setenta, me pregunto si hay sitio para todos estos locales en la milla de oro de la Marina, o si estamos ante una burbuja gastronómica que ríete tú de la del ladrillo. Es evidente que clientes hay, lo que no sé es si tantos, ni si dentro de un año, superado el interminable invierno coruñés, seguirá habiendo siete heladerías en esta avenida. Ojalá que sí.