«Nunca fui de paisano a los Caneiros, pero disfruto igual»

A CORUÑA

CESAR DELGADO

La vocación de ayudar de Janel es tan grande que ya ha cumplido 25 años como voluntario. Así se lo ha reconocido Protección Civil de Bergondo y Betanzos

20 ago 2018 . Actualizado a las 13:50 h.

Iniciemos esta entrevista con una alusión a los famosos versos de Bertolt Brecht, esos en los que comienza asegurando que «hay hombres que luchan un día y son buenos». El entrevistado de El Comarcal de este mes no es del primer verso, ni del segundo, ni del tercero. Juan Manuel Pérez Muiños, al que todos conocen como Janel (Betanzos, 1969) encaja más en el cuarto verso del escritor alemán: «Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles». Le acaban de reconocen con la Medalla al Mérito a la Constancia como voluntario, tras 25 años al servicio de los demás dentro del cuerpo de Protección Civil en Bergondo y Betanzos, además de pasar también por la Cruz Roja, «donde hice la mili como voluntario». Hoy sigue volcado en ese servicio de voluntariado al tiempo que compagina su labor como trabajador laboral del Concello de Betanzos.

-Lo suyo es vocación.

-Supongo. Ya de niño oía una sirena y miraba si era una urgencia, e iba, y ayudaba...

-Y agosto es el mes fuerte.

-Sí, con todos . Nos llaman de las comisiones de fiestas para controlar el lanzamiento de fuegos, incluso de otros ayuntamientos, Bergondo… En los Caneiros también vamos a reforzar. Bueno, es que yo no me concibo en los Caneiros si no es con el traje de Protección Civil. Nunca fui de paisano a esa fiesta. Lo paso igual de bien, pero hay que estar con mil ojos.

-¿Cuánto les debe la sociedad a los voluntarios? ¿Somos conscientes?

-Si no hubiera voluntarios, muchos servicios no se podrían hacer, quedarían obsoletos, los voluntarios cubrimos mucho, desde temporales hasta controlar un burro suelto, perros abandonados, ahora está de moda abandonarlos. El otro día aún aparecieron tres en la gasolinera de Montellos, ¿cómo es posible? Una vez me llevé uno que había encontrado en la tajea del cementerio, pero se puso enfermo y lo tuvimos que sacrificar.

-¿Cuál es la situación de mayor riesgo que ha vivido como voluntario?

-Los temporales como el Klaus. Resulté herido y me pusieron grapas en la cabeza. Recuerdo que no había luz en el ambulatorio y el médico me cosió iluminándose con mi propia linterna. Y al día siguiente fui a trabajar en el cementerio.

-¿Y lo más duro?

-Aquellos chicos del barranquismo en Aranga. Tuvimos que hacer una cadena humana para subir los cuerpos. Cuando los reconoció la familia estábamos delante, esa escena fue muy dura para mí. Pero tengo compañeros de Betanzos y Bergondo que les tocó lo de Angrois y eso fue terrible.

-¿Se siente reconocido por sus convecinos?

-Sí, la gente es muy agradecida. Algunos antes creían que hacía esto para tener dos sueldos [ríe]. Luego están los que se enfadan cuando te toca parar el tráfico por alguna incidencia y no tienen paciencia. Pero, en general, la gente es muy buena.

-¿Hay relevo generacional en esto del voluntariado?

-Hay mucha juventud que se está anotando al voluntariado, o que hace cursos, que algo puntúan para opositar. En eso es muy importante que la familia te apoye, porque cada vez que sales a alguna emergencia ellos también sufren, hay que entenderlo.