Fuego y playa para la fiesta más grande

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

TONI SILVA

Miles de coruñeses y visitantes disfrutaron de una nueva noite meiga con los arenales como epicentro

24 jun 2018 . Actualizado a las 14:17 h.

La noche de San Xoán siempre pone A Coruña patas arriba. Es una noche en la que la gente corre hacia el fuego en lugar de huir de las llamas; una noche en la que los peatones se pasean sin miedo por los cinco carriles del paseo marítimo ?pero tienen prohibido meterse en el agua?; es la noche en la que el vecino más humilde puede decir que esa parcela en primera línea de mar es suya sin necesidad de pasar por el notario. Solo en una noche así, tan loca, tan meiga, se entiende que los coruñeses aplaudan al fuego en el que arde su gran heroína, María Pita.

Quizá haya sido el San Xoán más respetuoso con el medio ambiente, a tenor del insistente mantra lanzado desde el Ayuntamiento. El número de toneladas de basura que se recogerán hoy dirán si se va por buen camino (el año pasado se cuantificaron 134). Al menos ha sido un buen síntoma que se formasen pequeñas colas ante los contenedores de vidrio.

También esta del 2018 ha sido una edición dulcificada por la agradable temperatura nocturna y el buen rollo en los arenales, donde ha quedado confirmado que el Orzán es territorio de las pandillas de jóvenes, mientras que en Riazor estos conviven con grupos familiares, muchos de ellos de comunidades extranjeras que residen en la ciudad. Pese al buen tiempo y coincidir con fin de semana, finalmente la afluencia no se disparó.

Volvió a ser una noche de sardinas y pan, pero también de pizzas, como las que apuraban los miembros de la Cruz Roja junto a las ambulancias antes de que el paso de las horas animase su trabajo. Al menos a esas horas su labor era bastante más relajada que la de los guardas de seguridad apostados en cada acceso a la playa. Su función era prevenir que nadie accediera a los arenales con botellas de cristal que, una vez rotas, pudieran causar heridas a los bañistas. Su esfuerzo no siempre consiguió los objetivos: además de encontrarse por momentos con trombas de adolescentes con bolsas, más de uno, ante la prohibición, optó por regresar con la botella camuflada entre los pantalones.

Igual de celoso fue el dispositivo de seguridad. Además de una línea de embarcaciones en el fondo de la bahía, cualquier acercamiento o intención de baño era inmediatamente censurado desde la megafonía de la playa. «Se recuerda a los usuarios que están totalmente prohibido el baño», y ese «totalmente» era pronunciado separando mucho las sílabas, como con mucho hartazgo. No era para menos. Quizá este aviso fue la frase más escuchada en la fiesta de San Xoán, otra vez la fiesta más internacional. Por la playa paseaba Sam Kang, un ciudadano chino que ya conocía A Coruña, pero a la que volvió porque le habían hablado de esta fiesta. Sobre la arena del Orzán se reunía también un grupo de japoneses trabajadores de Inditex, a los que su vida laboral les brindaba la ocasión de celebrar una fiesta muy especial.

Pasadas las once de la noche, algunas pequeñas hogueras hicieron de teloneras de la falla municipal. Todas se formaron con madera aportada por el Ayuntamiento.

Fue también una noche de música, con Os Resentidos como plato fuerte tras los fuegos artificiales y la quema de la falla con María Pita. Esta ardió junto a su mensaje del 8-M. A las jugadoras del Amarelle de fútbol sala, equipo recién ascendido a Primera, correspondió el honor de encender la traca final.

La noche de San Xoán en el resto de Galicia