Felicidad se escribe con M de Os Mutantes

Javier Becerra
JAVIER BECERRA A CORUÑA

A CORUÑA

Sérgio Días en el Playa Club de A Coruña
Sérgio Días en el Playa Club de A Coruña

La banda brasileña firmó un exultante concierto en el Playa Club de A Coruña ante un público borracho de alegría

30 may 2018 . Actualizado a las 16:36 h.

Hay conciertos que, al rato de empezar, irradian buenas sensaciones. Un clic, un guiño, un pequeño meneo que pone al espectador en modo brazos abiertos. El de ayer en el Playa Club con Os Mutantes fue uno de ellos. Partía con un precedente que no invitaba precisamente al optimismo: el pachanguero pase del grupo en el 2010, cuando participó en el festival Vigo Transforma. Entonces, los brasileños dotaron de contenido a todas y cada una de las letras de la palabra decepción. Anoche, sin embargo, su pluma dejó en el papel otro sustantivo: fe-li-ci-dad. Con todas sus letras. Pero también con hermosa caligrafía, trazo vibrante y una pequeña alteración ortográfica. Sí, porque esa felicidad se escribe con M de Os Mutantes. Quienes acudieron saben perfectamente el porqué.

Sérgio Dias, fundador del grupo, y su banda tardaron pocos segundos en deshacerse del fantasma de aquella pobre actuación de hace ocho años. Las suaves curvas de Technicolor, tema inicial, sirvieron. Su esplendor melódico, su ondulante desarrollo y sus coros precisos se revelaron en el escenario como una enorme sonrisa. Indicaba que sí, que esta iba a ser una noche muy diferente. Tres o cuatro temas después, en pleno frenesí de la psicodelia tropical  de Bat Macumba, no quedaba duda. Añejo pero terso, su sonido se enredaba entre el público. Lo incitaba a desinhibirse y contagiarse de la misma sensación de libertad que irradian los brasileños en su música.

No había que caer en el error de pretender que Os Mutantes del 2018 sonasen igual de crujientes y garageros que los del 1968. La versión actual no exhibe tanta lija y pone el acento en un cierto protagonismo instrumental de Sérgio Dias. Sus intermitentes solos de guitarra igual recordaban a Carlos Santana como lo convertían en una suerte de David Gilmour de Pink Floyd. Pero lejos de molestar, otorgaban un nuevo impulso a las piezas maestras. También destacó su batería, enérgico y sosteniendo la noche con toque carioca. Y las dos voces, fundamentales en una banda como Os Mutantes y cumpliendo a la perfección.

Con esas coordenadas la banda repasó el greatest hits, dándole un meneo al orden habitual del set-list de sus últimos conciertos. Tras una visita a su pasado reciente con Time and Space, sonó un apañado El justiciero con letra adulterada. Si originalmente se dirigía a la dictadura militar brasileña, Dias apuntaba ayer con cara de pillo a Donald Trump. Con Top top se dibujaron meandros tropicalistas con una excepcional Esméria Bulgari haciendo las veces de Rita Lee. Y de la mano de A minha menina se hizo viva en el escenario del Playa Club una canción que sonó enlatada cientos de veces en esa sala. Ahí, entre la electricidad y su exuberancia rítmica, se produjo uno de esos momentos que justifican el pago de una entrada.

Sérgio Dias dejó el taburete y enfiló una recta final memorable. Canciones como Ando Meio Desligado o Panis et Circenses alimentaban la borrachera musical. Golpeaban con esa emoción extraña de la nostalgia de lo no vivido. Ahí, con poco más de 150 personas viviéndolos a un palmo de distancia cerraban un círculo perfecto. Ese en el que la música es juego y donde todos nos convertimos en niños jugando con ella. Os Mutántes moldeándola y el público respirándola hasta llevarla al cerebro en forma de endorfinas pop. Tal esa así, que como infantes entusiasmados y desacomplejados en las primeras filas la gente se puso a cantar algo tan ochentas como “¡Os Mutantes, Os Mutantes son cojonudos, como Os Mutantes no hay ninguno!” ante la mirada gozosa de ellos.

Quizá por ello el propio grupo dijo en su Twitter que este había sido el mejor concierto de su gira. Quizá por ello tocaron Baby al final de todo, una canción que se incluía en los últimos repertorios. Quizá por ello se sintió en el escenario una plenitud que dejó a la gente entusiasmada. Tanto que, durante hoy el menos, si tienen que escribir la palabra felicidad lo harán con M de Os Mutantes. Quien no lo entienda debería pasar por uno de sus conciertos para vivirlo y luego comprenderlo.