Y el dinero pudo más que el amor

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS

A CORUÑA

Marcos Míguez

28 may 2018 . Actualizado a las 20:14 h.

«Cando o sistema nos obriga a okupación é un dereito». Con esta frase saludaba la hoy concejala de Seguridade Cidadá, Rocío Fraga, la okupación de la Comandancia Militar de Obras en noviembre del 2016. Un año y medio después, Fraga, junto con el alcalde Ferreiro, carga sobre sus espaldas el desalojo del inmueble que se saldó con okupas y policías heridos.

Qué distinto es predicar ideología y gobernar y cómo ha cambiado la situación. Ahora tenemos un colectivo de insumisos, partícipes en muchos casos de la Marea, enfrentados al gobierno desde el convencimiento de que los presuntos aliados ya son el sistema. El movimiento okupa es ante todo ácrata, y eso deja al margen cualquier forma de gobierno, incluida la Marea, que pensó que podía ser la excepción. Pero no. Desde el momento en que manda se queda en fuera de juego.

Por su parte, la Marea predica okupación, pero termina matando el proyecto de A Insumisa porque políticamente no tiene forma de justificar la pérdida para la ciudad de un millón de euros, que es la ayuda que ofrece el Estado para reformar la Comandancia y que está a punto de caducar. Había que elegir entre renunciar a la subvención y echar a los okupas para que Fomento inicie las obras. Y ahí el capitalismo pudo más que la ideología.

Tras el chute de realidad, los fallos en cadena: la mala gestión del conflicto, las excusas y las culpas ajenas, tan viejas como la política más rancia. Así interpretó la Marea el desalojo: «Podemos e temos que traballar por un proxecto que debe ser de todos, da veciñanza da Cidade Vella, da do resto dos barrios, da xente dos movementos sociais, dos usuarios e das usuarias da Insumisa, dos colexios, das entidades sociais e deportivas… O desta mañá [por el miércoles] foi un sinal de fracaso colectivo e ante iso só cabe a responsabilidade colectiva (…)».

Obvia este escrito que ni los vecinos de la Ciudad Vieja ni la gente de los movimientos sociales residían ilegalmente en un inmueble sin pagar impuestos, o que no eran las entidades sociales las que regentaban las instalaciones de la Comandancia, ni las agrupaciones deportivas las que, con la aquiescencia del Ayuntamiento, hacían competencia desleal a los hosteleros en un bar y una sala de conciertos que no superarían ni la inspección más benévola por su insalubridad. Y que tampoco fueron los chavales de los colegios los que se encaramaron al tejado de la Comandancia y se enfrentaron a la policía cuando vieron perdido el negocio.

Por tanto, ni pueden considerarse parte de un fracaso colectivo ni deben asumir una responsabilidad que ha de reservarse exclusivamente a los propios okupas y al gobierno que los amparó… hasta que el dinero pudo más que el amor.