Pero aparte de arte, en la exposición hay, sobre todo, muchos recuerdos, algunos en forma de reproducciones de los objetos que transportaba el malogrado gigante de los mares y otros rescatados directamente de las frías aguas del Atlántico.
En este enorme espacio expositivo se pueden ver piezas textiles de los pasajeros, la vajilla del comedor del barco, réplicas de los instrumentos y las partituras de los músicos... Y hasta el único objeto español que iba a bordo: unos encajes de Camariñas que fueron recuperados del pecio. A eso hay que sumarle la recreación al detalle de la bodega de carga, con un ejemplar del automóvil del Titanic, el Brush D24 de 1909, entre una infinidad de elementos que conforman esta exposición para cuya visita se necesita alrededor de una hora y media. Vayan con tiempo, merece la pena.