
Amancio Ortega le preguntó un día «qué margen me quedaba con cada crepe»
05 mar 2018 . Actualizado a las 19:23 h.Si la vida son decisiones, Ángela Gantes tomó las adecuadas. A los 15 años convenció a sus padres para entrar como dependienta en Zara, cuando la primera tienda del imperio Inditex acababa de abrir sus puertas en Juan Flórez. Tardó tiempo en darse cuenta de que el compañero con el que colocaba las camisas era el mismísimo Amancio Ortega. Él fue la primera persona a la que comunicó su decisión de cambiar la venta de ropa por la hostelería. «¿Qué sabes de bares?», le preguntó. «Nada», le contestó ella, aunque pronto conoció la receta del éxito. De hecho, sus crepes llevan 30 años asentados con gran éxito en el reino de la filloa.
-¿Amancio Ortega ha probado sus crepes?
-Sí. La primera vez que vino a comer una crepe aquí, en vez de decirme si estaba rica o no, me preguntó: «¿Qué margen te queda de esto?». Yo le dije: «Mucho». Y me contestó: «Pero tienes mucho personal. Ten cuidado». Me pareció alucinante.
-Así le fue de bien a él, claro.
-Claro. Mi padre, que trabajó de ferroviario con el padre de Ortega, tenía que haberme llevado a trabajar con él.
-En vez de negarse al principio.
-Es que mis padres querían que yo siguiera estudiando y no me daban permiso. Les lloré e insistí hasta que lo conseguí, pero con el compromiso de que terminase el bachillerato. A los 19 años ya era encargada de tienda.
-Estudiaba y trabajaba a la vez.
-Eso es. Ortega hacía la vista gorda y me dejaba salir antes para ir al instituto. Me iba sin que se enterasen los demás.
-¿Cumplió su compromiso?
-Sí. Mire, yo fui la primera cajera que tuvo Inditex. Como tenía el bachiller, aunque a mí no me apetecía ese puesto, Ortega insistió. Para mí, Inditex fue como un máster. Me pasaba el día copiando todo lo que hacía Amancio: la actitud que tenía, cómo hablaba, cómo te reñía...
-¿Y cómo reñía?
-Te decía «esto está mal» pero de buen rollito.
-¿Por qué lo dejó?
-Yo viajaba, ganaba mucho dinero, me trataban bien... Pero mi espíritu no era de multinacional y la empresa ya estaba creciendo tanto que así no iba ser feliz.
-¿Alguna vez se arrepintió?
-Nunca. Hay un momento de tu vida en el que tienes que preguntarte si estás dispuesta a hacer eso siempre.
-Y la filloa se cruzó en su camino.
-Mi hermana vivía en Madrid y siempre que iba a verla, cenábamos en la crepería de unos amigos en Malasaña. Tenía tanto éxito que, cuando nos dijeron que lo traspasaban, decidimos cambiar de vida. Mi hermano propuso montar la de Cuatro Caminos.
-Y de ahí a la Marina.
-Sí. Y llevamos 27 años sin parar de vender. Antes ganábamos mucho dinero y ahora, con el alquiler más alto, nos cuesta.
-¿No era «mucho» el margen?
-Tengo el margen que tengo que ganar. En unas crepes, justito y en otras el doble. El promedio está bien hecho. Mire, a lo largo de mi vida, he aplicado muchas lecciones de Ortega y una fue esta.
-Cuénteme.
-Un día le dije: «Ortega, vendimos tanto esta blusa que tiene que ponerla más cara [estaba baratísima]». Me miró y respondió: «Todo el mundo tiene derecho a tener esta blusa. Ya ganamos con ella». ¡Me quedé cortada!
-Oiga, si se presentase al concurso de la filloa, ¿cree que ganaría?
-Ja, ja... Creo que no. Dirían que están muy secas. Al principio, había gente que se decepcionaba: «Oh, pedí una crepe y me trae una filloa». [Risas] Nuestros crepes no son filloas.
-¿Cuál es la diferencia?
-Esto se hace en una plancha de hierro seca, sin un gramo de grasa. No tienes que estar untando el tocino como con la filloa. Pero la base es la misma. Es una derivación de la fórmula harina, huevo y leche: panqueques, enchiladas, filloas, crepes...
-¿Usted ya los aburrió o sigue comiendo crepes?
-Yo como crepes todas las semanas. Igual que todos los días de mi vida tomo algo de chocolate.
-¿Cuál es su favorita?
-La Nueva, porque la diseñé yo. Le llamamos la crepe de Gela.
-A mí no me saque de La Abuela.
-Ese es un clásico infalible: espinacas, bechamel y queso.