Anahí Sánchez: «Un día bueno podemos llegar a freír sesenta kilos de calamares»

La Voz

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La propietaria del Copacabana recuerda que en 1986 las raciones costaban 300 pesetas

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo está casi como hace 30 años. Aunque las fechas no las tiene del todo claras dice que la actual cafetería Copacabana se inauguró en 1985, coincidiendo con un desfile de las fuerzas armadas. «Fuimos añadiendo algunas cosas -señala un toldo exterior-, pero haría falta una reforma importante», explica Anahí Lucía Sánchez Velilla, al frente ahora de este negocio familiar. Como la concesión administrativa de entonces fue de tres décadas llevan dos años «en precario. Estamos esperando a que el Ayuntamiento lo saque a concurso para analizar las condiciones. Nos gustaría adaptarlo más hacia el invierno, mejorar los baños y que haya servicios para personas con movilidad reducida y para madres que quieran cambiar a los bebés. Ampliar la cocina y que sea a la vista del público también estaría bien», relata. Anahí, como sus hermanos, José Carlos y Javier, nació en San Martín, provincia de Buenos Aires. Ella es la pequeña, de mayo del 69. «Mi padre era de Bandoxa, Oza dos Ríos, y mi madre de Santander. Los dos se conocieron allá. Tuvo cafeterías, hoteles y, cuando yo tenía dos meses y medio regresaron a España. Estuvieron en Canarias y en San Sebastián, donde abrieron el restaurante Anahí, que todavía existe. Lo llevaron unos primos que después vinieron para aquí y tuvieron el Anahí de Rey Abdullah», relata esta mujer que dio nombre a varios locales.

Recuerdos de Gandarío

Dice que su padre «era muy trabajador y de mucho trato con los clientes». Antes de coger el traspaso de la cafetería Copacabana anterior, que estaba situada más cerca del Kiosco Alfonso, tuvo una marisquería, O Viveiro, en Fonteculler. «Debemos llevar en los jardines desde mediados de los setenta», apunta esta mujer que estudió en la Grande Obra de Atocha y en el colegio público de Oza dos Ríos. Ahora vive en Bemantes, Miño, y cada mañana se levanta muy temprano para abrir el negocio a las siete en punto. «Nunca cerramos», asegura Anahí, que nunca pisó la playa de Copacabana y quiso ser peluquera antes que hostelera. Los calamares son el plato estrella. «Hubo un época que rivalizábamos con los bocatas de la plaza de Ourense», recuerda. Pero presume del rabo de toro que tienen en carta los viernes y de los cocidos. «Ya tenemos reservas para estas próximas semanas. Y gusta mucho el menú del día, con tres primeros y tres segundos para elegir», afirma. Me cuenta que pasó por algún momento de salud delicada y que le ayudó mucho pertenecer a la Asociación de Amas de Casa de Bemantes, de la que es presidenta. Está al frente de un negocio que da empleo a nueve personas para atender 66 mesas con cuatro sillas cada una. «En verano se ponen más. Este es un bar imprevisible porque dependemos muchísimo del tiempo», reflexiona. «Y al que hay que cruzar a propósito», matiza su esposo.

Ración de 300 pesetas

Ella y el marido rebuscan en la memoria. Saben que el récord de venta de calamares coincidió con una regata de grandes veleros, pero no aciertan con la fecha. «No fue en esta última, sino en la anterior», comentan. «Fue una de las pocas veces que se acabaron. Aquí si los pides a las siete y cuarto de la mañana ya los hay», asegura. Su marido, Rodrigo, sale de la cocina para explicar los detalles del producto estrella del local. «Buen aceite, buena harina , sal y buen producto. Contamos con una freidora industrial que es fundamental y que nos permite hacerlos a una temperatura alta durante poco tiempo, con lo que salen crujientes por fuera y hechos por dentro. Ese es el secreto», explica. Son las cuatro de la tarde. La clienta de al lado acaba de pedir un tapa y un chico de corbata de la terraza un bocata. «Un día bueno podemos llegar a freír sesenta kilos de calamares», afirman. La tapa cuesta 1,75 y la ración 7 euros. «En el 86 costaba 300 pesetas», recuerdan los propietarios de este legendario local.