A ti, padre, que pasas frío en la Torre

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Campo de la Torre
Campo de la Torre EDUARDO PEREZ

12 ene 2018 . Actualizado a las 11:23 h.

Como volvemos a la rutina, me toca recuperar la normalidad de los horarios del colegio, de los partidos de fútbol, y la normalidad del frío y la lluvia racheada en la Torre. Por eso este año, les he pedido a los Reyes Magos no una sencilla uralita para los padres sino un búnker acristalado a prueba de Brunos, Anas o Cármenes. Para que cuando llegue el siguiente bisnieto del Hortensia y toque jugar y ver cómo le dan al balón resistamos los niños y nosotros. Que yo sé que en Coruña hay más discusiones matrimoniales por llevar a los niños a ese campo en invierno que por comer en casa de la suegra. Tengo pruebas. Testimonios que vienen a corroborar la siguiente escena. Domingo por la mañana, 8.00 a. m., suena el despertador porque tu pequeñajo está convocado a las 10.00 y se tiene que presentar 45 minutos antes. El padre se levanta, se prepara, lo prepara, y tú metidita en la cama oyes el granizo en los cristales, sabes que estás en alerta naranja, coges el periódico y ves que las rachas superan los 130 kilómetros por hora, te ciegan los relámpagos, te arrepían los truenos, y entonces entra en la habitación tu crío como si fuera a una expedición polar: la camiseta térmica, las mallas térmicas, las espinilleras, las medias, la equipación, el forro polar, el chubasquero... Y se te ocurre aplicar el sentido común de ciudadana, a la que el Concello le pone cintas prohibiéndole cruzar los parques, y decir en alto: «¿Pero van a jugar con la que está cayendo?» Y ahí el padre, que se ha metido en esa secta que es el grupo de WhatsApp y las convocatorias, responde como un autómata: «No lo han suspendido; el de las 9 se jugó».

Así que entonces el sentido común te empieza a subir desde el estómago, te arde en la garganta, te enrojece la cara y te sale por la boca: ¡QUE HAY ALERTA NARANJA! ¡QUE HAY RAYOS Y TRUENOS! ¡MI HIJO ASÍ NO JUEGA! ¡MIS HIJOS NO JUEGAN! (Porque en algunas casas, como en la mía, hay más hijos futboleros que uno).

Entonces se te ocurre pensar en ese ser, ese sujeto, que da las órdenes a ese WhatsApp; ese que decide que a pesar de Bruno sigue habiendo partido, y que a las 8.30 seguramente aún no se ha despertado. Lo visualizas y le mandas toda tu buena energía para que el granizo y el viento lo despierten de una vez y suene el clic, clic del móvil que salva a tu hijo, que pesa 25 kilos, de salir volando por las rachas de 130 kilómetros por hora. Y después piensas que la Liga de tu niño merece otro huso horario, que los de la cantera coruñesa tienen más mérito, que no pueden competir con los blandengues del Mediterráneo; ¡que Messi o Iniesta entrenan al sol!; que aquí dar un pase con el balón sin que te lo lleve el vendaval cuesta el triple. Tenemos que jugar en otro meridiano, luchar contra viento y marea, para marcar gol. Coruñeses, ¿acaso nuestro fútbol no vale más?