Ramón y Cajal: bullicio de peatones y coches en una calle no apta para transitar

La Voz A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

El mal estado de la calzada y la estrechez de las aceras en una vía de tres carriles no se corresponden con la pujanza de la zona

18 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ramón y Cajal no es la que era. En otro tiempo fue la calle que enfilaban los camiones nada más salir del puerto con carbón o graneles de cereal que el aire y la velocidad espolvoreaban por las aceras, como recuerda Elsa Bascoy, trabajadora desde hace 38 años de una zapatería próxima a la Casa del Mar. Todavía no había llegado la revolución de El Corte Inglés, el realojo de los chabolistas de la Cubela y el bum inmobiliario de locales, pero también de viviendas que se anunciaban, al abrigo de la inauguración de los grandes almacenes, hace 31 años, por cinco o seis millones de las antiguas pesetas (30.000-36.000 euros).

Con el tiempo desaparecieron los camiones por su ruta de Oza, vinieron los macrocentros comerciales de las afueras de la ciudad y Ramón y Cajal atravesó su particular prueba de fuego. Hubo cierres y aperturas, edificios que se fueron vaciando (el 26 lleva años abandonado), operaciones urbanísticas cercanas como la reciente de Tabacos, y la calle resistió con un brío que no decae -hay acicates nuevos, como el traslado de la Audiencia-, a pesar de la docena de bajos que permanecen cerrados, sobre todo en el primer tramo, y del abandono de la calzada y las aceras.

«Está abandonada de todo», subraya Ofelia Castro Souto asomada a la puerta de su carnicería en las galerías que unen Ramón y Cajal con Novoa Santos. Lleva 40 años aquí y desde donde está señala los contenedores que marcan la entrada al corredor comercial. «Le pedimos al Ayuntamiento que los retire y que instale un paso de peatones para que los clientes no tengan que dar la vuelta y que quede la zona más despejada», explica la mujer, que incide en la queja más clamorosa: el mal estado de la calzada, un mapa de parches de alquitrán, grietas y desniveles causados por los remiendos sucesivos, y de las aceras, tan angostas que hay tramos en los que apenas queda espacio para circular entre las terrazas y los coches aparcados. «Podían ampliarlas, que la calle es muy ancha», sugiere una señora tomando un café en una mesa exterior.

El tráfico de autobuses

Por Ramón y Cajal pasan cientos de autobuses con origen o destino en la estación, más los del transporte urbano, y los tiempos controlados con los que circulan también ocasionan problemas. La farmacia situada en la esquina con la avenida de Oza suministra material y productos sanitarios a dos residencias de ancianos y personas con discapacidad. Con frecuencia un vehículo recoge los pedidos y para ello tiene que parar durante unos minutos en el carril derecho, uno de los que utilizan los autocares que van hacia la Casa del Mar o los que giran hacia la avenida de Oza. «Los bocinazos son atronadores, pero estamos prestando un servicio sanitario. En enero solicitamos un vado sanitario al Ayuntamiento, como los que existen en otros municipios, pero ni siquiera nos han contestado», lamenta María Varela. A unos metros, en el veterano bar O Grelo, las quejas apuntan la falta de señalización, que provoca que algunos conductores giren a la derecha, hacia Pastor Díaz, en dirección prohibida. Enfrente avanza la obra del edificio de Tabacos. «Si, agora parece que a cousa vai», afirma Manuel Ratón.

Cuando el edificio esté construido, a la calle Ramón y Cajal, que también tiene mendigos durmiendo en los cajeros, ratas «bastante controladas por el Ayuntamiento», según Pilar Ramas, del café Hollywood, una alcantarilla delante del Manolito que huele fatal, confirma Víctor Louzao, y un caco que roba huchas solidarias de los comercios, le seguirá faltando una calzada y aceras nuevas.