Vecinos de la Atocha Baja llevan dos años con la calle convertida en urinario

m. carneiro A CORUÑA

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La fiesta de los domingos en la calle San Juan deja la zona en un estado inmundo

29 may 2017 . Actualizado a las 09:52 h.

Desde las ventanas del 22 de la Atocha Baja se ve brillar a 260 metros una de las cúpulas del palacio de María Pita donde aguarda la solución a la inmundicia que cubre la calle todos los domingos desde hace dos años. Si se baja la vista y se mira al pie de la ventana el panorama es otro. Un reguero de orina corre paralelo a las fachadas en dirección al palacio municipal desde la zona de los contenedores en la confluencia con San Juan. Allí, un número indeterminado de hombres vacían sus vejigas antes de perderse entre la muchedumbre que bebe y se divierte en la calle contigua. Como cada domingo, la escena volvió a producirse ayer y a última hora de la noche, cuando la multitud empezaba a disgregarse, la Atocha Baja ya se había convertido en un enorme charco maloliente. «No son dos personas, son doscientas, desde las ocho y media de la tarde hasta las once o doce de la noche. Llegas con los niños y quieres dejar las bolsas antes de ir a aparcar y es lo que te encuentras, tíos meando y la calle inundada. Quieres bajar la basura y tienes que esperar a que acaben. En el edificio de al lado hasta en el portal se metieron», afirma Luis López.

Cuando este vecino sale de su casa a las 7.45 horas la calle sigue infecta. La limpieza no llega hasta más tarde. Hace un año la directora del colegio La Grande Obra de Atocha se dirigió al Ayuntamiento para informar de que los lunes por la mañana los niños tenían que atravesar un tramo de acera lleno de cristales rotos y restos de la juerga de la víspera para llegar al colegio. «No fui a pedir nada. No es nuestra responsabilidad mantener las aceras. Solo fui a advertirles de que cualquier día podía pasar algo y la verdad es que después de aquella reunión el concejal [José Manuel Sande, responsable de Cultura e Coñecemento] debió de ordenar que fueran a limpiar antes porque no volví a recibir quejas de padres», explica Celsa Boquete.

Escrito

A la parte posterior del colegio la solución no ha llegado. Los vecinos de los números 22 y 24 presentaron en el registro del Ayuntamiento un escrito el 15 de junio del 2016 en el que denunciaban la invasión de la vía pública por parte de la multitud, que llega a bloquear el tráfico en San Juan, y la entrada de coches en la Atocha Baja, una calle peatonal rehabilitada hace pocos años, impidiendo el paso a portales y garajes. «Los lunes amanecen con las entradas a nuestras casas llenas de orines, cristales rotos, vasos con bebidas aún por terminar y papeles», señalaban los vecinos.

La reclamación no tuvo respuesta ni consecuencias. Las llamadas al 010 y al cuartel de la Policía Local, tampoco. El 8 de mayo, casi un año después, Luis López presentó otra queja en María Pita. «¿Multan al dueño de un perro por no recoger los excrementos del animal y en cambio un tío puede mear en la calle sin que pase nada? ¿Vivimos en una calle peatonal que todos los domingos se llena de coches y nadie hace nada? No sé yo qué proyecto de ciudad para los ciudadanos es este», pregunta López.