Debajo del puente de la ronda de Nelle

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Cruce de la ronda de Nelle con la avenida Finisterra
Cruce de la ronda de Nelle con la avenida Finisterra MARCOS MÍGUEZ

31 mar 2017 . Actualizado a las 11:02 h.

Corría 1984. Ariel Rot irrumpía en la radio con una canción inquietante. La escuchaba en mi autobús colegial. «Debajo del puente todos juegan fuerte / los hombres se regalan, las mujeres se venden / debajo del puente nadie piensa en la muerte / pero ella gobierna descaradamente», cantaba dejando caer esos versos amenazadores. Hacían disparar la mente infantil. En la ruta al cole Debajo del puente, la pieza, se convertía a diario en una imagen directa y precisa. Sucedía cuando el conductor pasaba por la avenida de Finisterre. Allí, parado en uno de los semáforos del cruce con la ronda de Nelle, mi disparatada imaginación hacía la fotografía de aquel exitoso single.

Cruce de la ronda de Nelle con la avenida Finisterra
Cruce de la ronda de Nelle con la avenida Finisterra MARCOS MÍGUEZ

Exageraciones al margen, difícilmente se puede encontrar en la ciudad un enclave más aparatoso y lúgubre que el que queda bajo el viaducto de la ronda de Nelle. Ahí, con el gris del hormigón ennegrecido con el tiempo y con los coches apelotonados sobre la acera, se encuentra todo lo que no debería ser una ciudad amable. Echar un vistazo por encima, con los automóviles pasando a la altura del salón de las viviendas, redondea la situación de un despropósito urbanístico que nació con un fin: que los conductores que van por la ronda puedan sortear el cruce que se formaría con la avenida de Finisterre.

Para lograr eso los vecinos tienen que soportar el no ver la acera de enfrente desde la suya, las columnas y paredes del puente convertidas en continuo soporte de pegadas de carteles y una sensación de suciedad constante. También ruidos, (entre la mole y la estrechez de los viales se amplifica todo), humo tintando los escaparates de los locales y sensación de abandono. Los bajos cerrados se suceden. Alquilar un piso ahí se hace muy difícil salvo que se tiren los precios. Y, en general, se trata de una zona repleta de peros.

La idea de derribarlo viene de lejos. En el 2005 Francisco Vázquez se comprometía a ello. Presupuestaba el proyecto en tres millones de euros. Consistía en hacer un túnel. Al tomar forma, se tiró de freno de mano. Se temía que la zanja necesaria para el paso subterráneo generase «un muro de Berlín». Años después, en el 2007, Javier Losada prometía la desaparición antes de concluir el año. Al siguiente, la decisión continuaba en suspenso. La era Negreira tampoco tuvo efecto. Los vecinos con él ya se conformaban con un pintado que paliase esa atmósfera de barrio marginal. Pero no se hizo nada. Todo quedó igual. Y permanece igual. Las últimas noticias hablaban de una partida de 35.000 euros en los presupuestos para adecentar la zona este año. Los vecinos siguen a la espera. En el 2013 Ariel Rot grabó una nueva versión de Debajo del puente. Al final esa es la única novedad de un punto negro vergonzosamente olvidado en la ciudad.