Marino ilustre y reo de Estado

Por Xosé Alfeirán

A CORUÑA

El expedicionario italiano Alessandro Malaspina estuvo preso casi siete años en el castillo de San Antón

07 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por fin la libertad. En diciembre de 1802, el gran marino italiano al servicio de España Alessandro Malaspina abandonaba el castillo de San Antón. Un barco esperaba en la bahía coruñesa para llevarle hacia el destierro ya que no podía volver a pisar jamás tierra de la corona española. Había pasado los últimos siete años, desde abril de 1796, preso en el castillo, en un «cuartito húmedo, frío y estrecho».

De familia noble, nació en 1754 en el norte de Italia, en Mulazzo, orientando su vida hacia España. En 1774 ingresó como guardiamarina en Cádiz, destacando pronto por su valentía y conocimientos. Experto capitán de mar, realizó diversas gestas que lo convirtieron en uno de los grandes navegantes de la Historia. Entre 1786 y 1788 circunnavegó el mundo a bordo de la fragata Astrea, siendo el decimotercer marino que lo conseguía. Y entre 1789 y 1794 protagonizó una de las mejores expediciones marítimas y científicas del siglo XVIII: al mando de las corbetas Atrevida y Descubierta recorrió y exploró las costas e islas del Pacífico, analizando la flora y fauna, las costumbres indígenas, la capacidad económica y militar y el sistema de gobierno de las colonias españolas en América y en Asia. Ingente tarea que aún hoy asombra. Tras su regreso, fue ascendido en 1795 a brigadier de la Armada y se dispuso a trabajar en la publicación de la memoria del viaje y de todo el material recopilado.

Pero durante su ausencia las cosas en España habían cambiado. Los gobiernos ilustrados de Carlos III habían sido sustituidos, en el reinado de su hijo Carlos IV, por el despotismo ministerial de Godoy, a quien apodaba el «sultán» por el poder que acumulaba y por la licenciosa vida amorosa que llevaba, teniendo también como amante a la reina María Luisa. Además, la revolución francesa estaba trastocando y conmocionando a toda Europa.

Godoy, un obstáculo

Convencido de que Godoy era un obstáculo para solucionar los problemas que afectaban a España y de que era necesario cambiar las relaciones con las colonias, dándoles mayor libertad para evitar su pérdida, Malaspina empezó a conspirar para lograr cambiar el gobierno. Conocedor Godoy de sus propósitos, sería detenido el 24 de noviembre de 1795. Juzgado por el Consejo de Estado fue condenado en abril de 1796 con la pérdida de sus empleos y a ser encerrado diez años y un día en el castillo de San Antón.

Los primeros tiempos de su prisión fueron muy duros ya que, debido a la inquina de Godoy, debía mantenerse en estricto aislamiento en uno de los polvorines del patio del castillo. Poco a poco su situación mejoró, pero nunca pudo salir de los muros de San Antón, ni siquiera cuando estuvo gravemente enfermo en 1799.

Intercesión de Napoleón

Durante su confinamiento, Alessandro Malaspina mantuvo correspondencia con sus amigos, recibió libros y periódicos, tabaco y chocolate, trabó algunas amistades y también redactó varios opúsculos de carácter económico y filosófico. Su liberación llegó en 1802 gracias a la intercesión de Napoleón, quién logró del gobierno español que conmutase su pena por la de destierro perpetuo. Moriría en 1810 en Italia.

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Los primeros años de su prisión fueron duros y en estricto aislamiento por la inquina de Godoy

Al mando de dos corbetas, Malaspina recorrió y exploró las costas e islas

del Pacífico