«Estas Navidades las podré pasar en mi casa, pero las próximas ya no lo sé»

T. S. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

g. rivas

18 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con 39 años y una hija a su cargo, la vida ha empujado a Sandra a ser una experta en sentencias judiciales y cláusulas leoninas. Pero si de algo sabe es de la falta de empatía con la que operan algunas entidades bancarias. Actualmente vive, de momento, en el piso que compró por 90.000 euros en un rincón del Agra, junto a la ronda de Outeiro. Poco podía imaginar en el 2008, cuando firmó la compra, que aquel producto se convertiría en una dramática ironía. «Firmé con el banco una cosa que se llamaba ‘Hipoteca Tranquilidad’», espeta Sandra, quien no tardó en descubrir el «engaño» al que se había vinculado casi de por vida. «Cuando me llegaron los justificantes de las primeras cuotas, descubrí que por cada pago mensual de 440 euros al mes ¡yo estaba amortizando 70 céntimos!». Estalló la crisis y Sandra se vio obligada a torear esa hipoteca perversa desde su nueva situación de desempleo. Mientras cobró el paro aguantó las cuotas y a un mes de quedarse sin ingresos pidió la dación en pago. El banco le reiteró su lado más inhumano: «Nunca me contestaron».

En junio del 2014 pasará a su historia particular como el de la primera cuota sin pagar. Ahí sí, ahí el banco se acordó de que tenía una clienta llamada Sandra con una casa comprada en la ronda de Outeiro. «Me llamó el director de la oficina, le recordé entonces que ya había pedido la dación y como quien oye llover». A aquella llamada le sucedió un tiempo de tensa tranquilidad. Asesorada por su abogado, Sandra fue al juzgado por si había algo contra ella. Y descubrió que efectivamente lo había. «Era un procedimiento abierto en marzo del 2015, que incluía tres burofaxes que nunca me llegaron porque tenían direcciones incorrectas... y no era casual, intentan que el afectado no se entere porque así se llevan la vivienda en el juzgado», sentencia esta mujer harta de lo que considera abusos de las entidades bancarias. Fue arropada por Stop Desahucios y por su condición de «luchadora» también se convirtió en activista de esta plataforma, que intenta salvar su vivienda. Pero la incógnita sigue. «Estas Navidades las podré pasar en mi casa, pero las próximas ya no lo sé».