«Iba todas las mañanas a Bonilla a coger los churros y leer el periódico»

p. santiago, a. a. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

La que fue cocinera de La Bombilla confiesa que no tiene muy claro dónde empieza y dónde acaba la Pescadería

12 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque no quiera reconocerlo, Matilde Eiroa lleva cuarenta años cocinando la mejor variedad de tapas del céntrico barrio de la Pescadería. Martín Rivas, María Pujalte, Fran Rivera o Los Morancos ya han probado su famosa tortilla. ¿El truco? «Buenos huevos, buenas patatas y muchos años haciéndola». Llegó al barrio en 1975 para cuidar de unos niños. Al poco tiempo entró en la cocina del Anduriña, en la calle de la Estrella. Por aquel entonces pertenecía a los dueños de La Bombilla, uno de los locales más míticos del barrio y en el que Matilde trabajaría durante muchos años después. «Nunca entendí los límites entre la zona del Obelisco y la Pescadería», confiesa la cocinera.

Recuerda llevar a su hija a montar en los coches de caballos a pedales de los jardines de Méndez Núñez, donde «había también un tren eléctrico». Comenta que respetaron bastante la estética de los jardines, igual que se respetan los edificios de la zona, que «solo pueden ser renovados por dentro, sin modificar las fachadas o las puertas». A la hora de escoger entre la Italiana o la Colón, Matilde confiesa que no es mucho de helados: «soy más de café, iba todas las mañanas a Bonilla a tomarlo, recogía los churros, leía el periódico y hablaba un poco con María y Andrés», que trabajan en la veterana churrería de la Galera.

Una calle con mucha historia, ya que allí nació el Deportivo en 1906, y «en el cruce entre esta calle y Torreiro hay pintado en el suelo un barco con seis mujeres dentro», representando la galera o prisión para mujeres que existió hace mucho tiempo en la zona. La cocinera recuerda en la misma calle una bolera y una sala de juegos, justo enfrente a la tapería en la que trabaja ahora, el Vita·k.

En la calle Torreiro estaban los grandes almacenes Barros, «que trabajaban muchísimo y eran como El Corte Inglés, con una sección en cada planta», cuenta. «Ahí llevábamos bocadillos en la noche de Reyes, porque antes los comercios abrían toda la noche». Además de concentrar muchos comercios coruñeses, la Pescadería fue también una zona «de cine»: el cine París donde ahora está Pull&Bear, el cine Coruña en la propia Galera o el cine Avenida en el Cantón Grande, «que hará unos treinta años que lo tiraron», y a los que Matilde tuvo la suerte de ir.

Las fiestas no son lo que eran

Para Matilde Eiroa lo mejor que tiene el barrio de la Pescadería es su gente, tanto vecinos como forasteros: «El ambiente es fantástico, viene mucha juventud y la discoteca del Palexco le da mucha vida al centro». Considera que en la zona «de bares y de marcha» es necesaria la recogida de basura al mediodía durante todo el año, ya que «ahora lo hacen, pero en invierno está todo esto a tope». También piensa que deberían «facilitar las cosas a la gente que trae mercancía, aunque no les dejen estacionar», y añade que con el túnel y la zona de la Marina «liaron un poco la cosa».

Respecto a las fiestas de la ciudad cree que antes eran mejores que ahora «con diferencia». Recuerda un año en el que pusieron una orquesta a la altura del Banco Pastor y otra cerca de Puerta Real. «Había tanta gente por la calle, aquello era una maravilla». También señala que «antes la gente paseaba mucho por la calle Real, ahora casi pasean más por la Galera». Sea como sea, la Pescadería no muere en invierno. Especialmente los fines de semana, cuando hay más vida en sus calles llenas de historia, de buena gente y mejores tapas.

Este es mi barrio

Pocos habitantes, pero muchas visitas llenan los diferentes locales de la zona

De un total de 3.441 vecinos que habitan la zona, dos de cada diez son jubilados, y perciben pensiones superiores en cien euros a la media coruñesa, según datos del IGE del 2015. La edad media de la zona se sitúa en 47,6 años, año y medio más que el resto de coruñeses, y el porcentaje de población menor de 20 años varía de un 13 % en el Cantón Pequeño y proximidades de María Pita, a un 17,1 % en los alrededores de calle Real y Obelisco. Durante los últimos tres años la afiliación a la Seguridad Social ha caído hasta un 49,9 %, rozando la mitad de vecinos en edad de trabajar. A pesar de que no es un barrio densamente poblado, es una zona que concentra muchos bares y restaurantes, gran atractivo para que sus calles sean de las más transitadas de la ciudad.