«Pedir que se hagan más mejoras en este barrio ya me parece vicio»

Eduardo Eiroa Millares
Eduardo Eiroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CéSAR QUIAN

El decano de los abogados nació, vive y trabaja allí y no echa nada de menos en esa zona de A Coruña

28 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En el mundo de los barrios las fronteras son difusas. Los de plaza de Vigo, «el centro» -cada uno tiene su centro en A Coruña-, pueden ser más o menos estrictos con las suyas, pero se podría decir que ese espacio simbólico incluye a «las cuatro plazas» -el ensanche- que también, en algún caso, lo delimitan: la de Pontevedra, la de Vigo, la de Orense y, por supuesto, la de Lugo. Esa cuna de coruñesismo de élite se sitúa entre Ramón de la Sagra por un lado y la plaza de Pontevedra por el otro y entre Linares Rivas y Juan Flórez, o un poco más allá si se incluye la calle Nicaragua y sus aledaños, pero sin llegar a tocar la avenida de Arteijo, remota línea más allá de la cual para muchos no hay nada.

«Y una parte de Juan Flórez ya es territorio apache», cuenta con humos Tuto Pérez-Cepeda. Tuto, porque al decano de los abogados por su nombre, Augusto, no lo conoce nadie. Matiza rápido que ese calificativo se lo pone «en broma». Pocos ejemplos como él de oriundos de un barrio. Nació en la plaza de Vigo, sobre el cine Equitativa, y se mudó a unos metros, a Federico Tapia, donde también está el Colegio de Abogados que preside. Su despacho, a unos metros, en Francisco Mariño. «No tengo coche ni sé conducir y no me hace falta porque aquí lo tienes todo a mano, es un lugar estratégico. María Pita está a un paso, pero El Corte Inglés también», cuenta sobre un sitio que se define por nombres como el del citado cine y el del también desaparecido Gasógeno, «con sus callos míticos». De niño se bajaba al Leirón, que tampoco existe, pero sobre el pasado siguen sobreviviendo algunos rasgos propios. «Aquí nos conocemos todos, aunque el espíritu de barrio, con el ultramarinos Lanza y el La Estrella, ya ha desaparecido», relata.

Por allí siguen existiendo clásicos, «si quiero un pastel voy a Berna, no lo dudo», dice. Entre sus referentes, otro clásico, el Abuín, donde comienza este céntrico recorrido. «Dicen que esta es una zona de pijos, pero tampoco es así, aquí hay de todo, cuando mi madre se vino a vivir aquí venía al extrarradio. ¿Que aquí están las pensiones más altas? Será que cotizamos más. Es cierto que este es un barrio caro, el dinero marca muchísimo», dice. Lógicamente, comprarse un piso en la plaza de Lugo está al alcance de pocos.

En ese espacio se concentran anticuarios, las tiendas de moda más caras y más de una docena de agencias de viajes, una proporción inédita en la ciudad. «Esto es muy cómodo para vivir y no te falta nada», cuenta Pérez-Cepeda. En cuanto a servicios, hay de todo. También son unas calles con una población con una edad media elevada, por encima de los 50. Niños, cuenta, hay pocos, pero el parque de la plaza de Vigo se llena igualmente todos los días. «Es que los traen aquí desde otros sitios», dice con orgullo de barrio. El epicentro de ese ilustre coruñesismo es esa plaza que lleva por nombre, precisamente, el de la ciudad olívica. «Pues es irónico -dice- pero aquí están también las calles Compostela, Ferrol, plazas de Lugo y Pontevedra... Busca tú en Santiago la calle A Coruña, verás donde está», dice.

Cuando se le pregunta por puntos flacos del centro o por posibles mejoras, el decano de los abogados se para unos segundos a pensar en silencio: «Pedir más aquí es vicio», dice, y tirando de imaginación apunta que acaba de regresar de Madrid y que vio en el barrio de Salamanca unos maceteros en las esquinas achaflanadas de sus calles que le gustaron mucho. El resto, con cuidado y mantenimiento, va servido. A Tuto Pérez-Cepeda también le gustan otras zonas, como Azcárraga, la Marina y el Parrote, pero como en casa, no se vive en ningún lado.

Unas calles con una elevada veteranía y con las pensiones más altas de la ciudad

La plaza de Vigo es el límite del ensanche de la ciudad, el espacio hacia que el que creció hace un siglo y que se convirtió en centro según la urbe se fue extendiendo hacia la Palloza.

Población

Muchos vecinos en poco espacio. En los límites difusos de ese barrio viven algo más de 18.000 personas. El espacio en que lo hacen es pequeño, 0,84 kilómetros cuadrados, poco más de un 2 % de lo que mide la ciudad, pero alojando al 7,4 % de sus vecinos. La densidad de población es de 381,9 habitantes por cada 10.000 metros, cinco veces más que la media coruñesa.

Edad Media

Por encima de los 50. El barrio es de los más veteranos de la ciudad, con una mediad de edad de 52,6 años, frente a los 45,6 de A Coruña y los 30, por ejemplo, de Novo Mesoiro. Los menores de 20 años representan al 17,5 % de la población y los mayores de 64 casi al doble de esa cifra: 31,2 %.

Afiliación a la Seguridad Social

En la media. En ese campo los datos no difieren de la media coruñesa, en torno al 51 % de los habitantes del barrio en edad de trabajar están afiliados a la Seguridad Social, 20 puntos menos que Novo Mesoiro, un barrio más «obrero».

Pensiones

Las más cuantiosas. Además de ser el barrio más veterano, también es el que tiene las pensiones más elevadas de la ciudad: 1.379 euros, casi 400 euros más al mes que el coruñés medio. En el entorno de la calle Nicaragua se superan los 1.400. El número de pensionistas ronda los 3.000, a 240 por cada mil habitantes frente a los 212 que registra de media la ciudad.

Unas calles muy caras, pero con servicios y situación privilegiados

Entre los peros que se pueden poner a la plaza de Vigo y su entorno figura, por ejemplo, la alta densidad de población: demasiada gente en poco espacio. Con mucha edificación, para encontrar verde hay que cruzar hasta Méndez Núñez. No hay sitio para nuevas expansiones y el precio de la vivienda allí es caro con respecto al de otras zonas de la ciudad. El excesivo tráfico tampoco es una virtud. La otra cara de la moneda es su situación privilegiada en medio de A Coruña, la existencia de una gran oferta de servicios y de ocio y una arquitectura modernista, en la plaza de Lugo y la calle Ferrol, por ejemplo, que vale la pena contemplar.