Por la frondosa espesura de la Marina peatonal

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

14 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A muchos de los que nos criamos durante los años setenta en aquellos eriales de tierra apelmazada y charcos perennes que eran entonces la mayoría de las plazas coruñesas, en las que el che solo se clavaba en época de lluvias torrenciales, siempre nos ha maravillado cualquier atisbo de masa forestal en nuestra ciudad.

Quizá por habernos familiarizado desde pequeños con aquella austeridad extrema no nos sorprende excesivamente el desierto de cemento que se extiende hoy a lo largo y ancho de la nueva Marina, pero, en cambio, nos sobrecoge la frondosa espesura que brotó de sus exiguos y diseminados parterres hasta que la desbrozadora los depiló sin compasión el pasado jueves. Las melenas de la Marina crecieron sin control al abrigo de la decisión de no cortar la maleza durante semanas, para perplejidad de muchos ciudadanos... y de los turistas que se apeaban de los barcos para pasmar ante la exuberante flora de la dársena, un comportamiento, el de los cruceristas, que se entiende perfectamente, pues tampoco los trasatlánticos, como nuestros añorados eriales, son pródigos en zonas verdes.

En cuanto a los residentes en el lugar, había hasta el jueves una clara división entre los que estaban a punto de pasar la Outils Wolf por su cuenta y los que se dejaban seducir con agrado por la espesura de los cañaverales urbanos. Y ahora que le han cortado el pelo a la postal de la ciudad después de tantos días de crecimiento incontrolado, no me gustaría pasar por alto las ventajas que lugareños de este segundo grupo ?y numerosos usuarios de aquellos parques de los setenta? atisbaban entre la vegetación:

1. La posibilidad de constituir un pulmón verde en el centro, de arbolado escaso; todo un plus de salud para los vecinos de una de las zonas más envejecidas de la ciudad, que ganarían así la masa forestal que les fue negada durante la construcción de la nueva Marina. 2. Una gran oportunidad para los huertos urbanos, figura que no se ha desarrollado con el vigor suficiente y que podría reverdecer en el Parrote. Berzas, lechugas y zanahorias ?tal vez algún tubérculo? revitalizarían el enclave y atraerían a un público joven y consumista. 3. Una fecunda reserva de especies autóctonas, que hallarían en el microclima de la Solana el hábitat idóneo para proliferar.

En fin, ventajas que seguramente los responsables del ajardinamiento decidieron obviar por ahora al contrastarlas con los pensamientos y las intenciones del otro grupo de residentes ?los de la Outils Wolf?, que no veían el momento de traer la guadaña de la aldea y convertir el Parrote, con su frondosa pelambrera verde, en uno de los aquelarres nocturnos de Freddy Krueger. Les toca esperar, aunque quizá no mucho; la hierba crece enseguida? desde los años ochenta.