El tranvía de mulas, un fenómeno social de la época

Xosé Alfeirán

A CORUÑA

En 1903 miles de coruñeses estrenaron la línea que unía Puerta Real y Riazor con la estación de tren de la Gaiteira

23 nov 2015 . Actualizado a las 12:27 h.

historias con historia

Imposible conseguir un asiento. Los coches iban llenos a rebosar y con la tablilla de «completo». Nadie se quería perder la novedad. En solo doce días se vendieron, según la prensa de la época, unos 28 o 30.000 billetes. Era la gran atracción de la ciudad. Los coruñeses estaban estrenando el tranvía de mulas.

Fue en 1884 cuando el ayuntamiento de A Coruña aprobó las bases para la creación de una línea de tranvías urbanos que enlazaría Puerta Real con la estación del Ferrocarril del Norte, en la Gaiteira, y con el balneario municipal de Riazor (donde hoy está el Playa Club). El proyecto sería aprobado por el Ministerio de Fomento en 1895. Su explotación se haría en régimen de concesión administrativa debido a la escasez de recursos del ayuntamiento y a las limitaciones competenciales impuestas por las leyes municipales establecidas por un Estado centralista y de escasa sensibilidad social.

El 3 de diciembre de 1901 se constituyó la sociedad anónima Compañía de Tranvías de La Coruña, con el objetivo de explotar dichas concesiones. Tras conseguir los permisos, las obras del tendido de los rieles comenzaron el 21 de mayo de 1902, rematando los 3.400 metros de vía de las líneas iniciales a mediados de diciembre de ese año. Para el transporte de los viajeros, la empresa dispuso de seis carruajes cerrados para invierno y tres abiertos para el verano, todos tirados por una pareja de mulas. Darían servicio todos los días desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche.

El jueves 1 de enero de 1903, a las 11 de la mañana, previo disparo de bombas y cohetes y tras ser bendecidos por el párroco de San Jorge, salieron de sus cocheras en el Orzán los tranvías números 1, 2 y 3 tirados por mulas adornadas con lazos de color azul y blanco, que eran los de la matrícula de A Coruña. En ellos viajaban autoridades e invitados, inaugurando oficialmente la línea; después fueron agasajados con un lunch en el que se sucedieron brindis y felicitaciones.

A las dos de la tarde comenzó el servicio público poniéndose en circulación cuatro carruajes para la línea de la estación de ferrocarril y uno para la de Riazor. Todos iban abarrotados. La gente se aglomeraba en las paradas y apenas se detenían los tranvías se lanzaba al asalto para poder subir e ir en ellos. En los días siguientes continuó la avalancha, aprovechando miles de coruñeses para dar un paseo en los nuevos carruajes hasta Riazor o hasta la estación del tren, en un viaje que apenas tardaba unos 14 minutos y costaba entre 10 y 15 céntimos.

Quienes más alegría mostraron fueron los chavales. Desde el primer día acompañaban al tranvía en todo su trayecto, subiéndose y colgándose de cualquier asidero. Pero también gastaban bromas pesadas, colocando piedras en los rieles para ver si descarrilaba. Las quejas de la compañía y de la prensa obligaron al ayuntamiento a castigarlos. El niño Lino Winter Baridó nunca lo olvidaría, fue el primero al que cogieron y a su padre le impusieron una multa de 5 pesetas.