Una dura niñez con final feliz

Toni Silva OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA

CéSAR QUIAN

Vivió su infancia en un centro de menores. Una familia de acogida le permitió crecer emocional y profesionalmente. Hoy cuenta su vida para animar a otros hogares acogedores

20 sep 2015 . Actualizado a las 08:43 h.

Si empezamos a contarla por el final, la vida de Yolanda Gutiérrez es feliz e ilusionante. Esta joven de 33 años y vecina de Miño acaba de aparcar temporalmente su trabajo para centrarse en sus metas deportivas, conseguir la marca que le permita correr la maratón de los próximos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

En cambio, si seguimos un orden cronológico de su relato nos encontramos con una infancia dura en su Boiro natal, una familia desestructurada que la acabará llevando a un centro de menores con solo ocho años. Allí viviría más de un lustro, en un ambiente institucionalizado, con la autoestima por los suelos y con evidentes carencias afectivas.

Pero en su vida se cruzaron Ana y Antonio, un matrimonio de Santiago que se convirtió en su familia de acogida cuando Yolanda acababa de fracasar en la convivencia de otra casa ajena con 14 años. El camino fue muy duro. «Yo era un cardo, muy borde, no lo puse nada fácil», recuerda la joven. «Ella ponía una muralla y nosotros éramos los enemigos de los que se tenía que defender», añade Ana Robles, la madre «acogedora» que luchó contra viento y marea para mantener a su lado a Yolanda, quien llegó a regresar al centro de menores tras un nuevo fracaso en la convivencia. «Pero ellos seguían preocupándose por mí, noté un cariño increíble...», recuerda.

Aquellos días de reflexión fueron el punto de inflexión en su vida. Regresó a casa de Ana y Antonio con una actitud más abierta, y comenzó a escribir el éxito actual de su vida, sin perder nunca el contacto con su familia biológica.

-¿Y cómo llamas a Ana?

-Pues unas veces Ana y otras veces mamá.

Yolanda acudió ayer al Encuentro de Familias Acogedoras que Cruz Roja Galicia celebró en el INEF de Bastiagueiro. En sus charlas hizo especial hincapié en las dificultades que imponen los niños acogidos, pero pidió comprensión. «Ser adolescente no es fácil, pero serlo en un ambiente extraño es dificilísimo», recalcó en su emotiva intervención, donde agradeció la generosidad de las familias que daban el paso de recibir y cuidar a un menor. El programa de acogida es gestionado por la Cruz Roja en colaboración con la Consellería de Traballo e Benestar, y actualmente hay 35 niños en Galicia que están a la espera de un acogimiento.

«Está en juego el futuro de muchos niños, como lo estuvo el mío, cuando a los 14 años, con un nivel académico ínfimo, con seis años en la institución, pocos daban un euro por mí», esgrimió ante los padres de acogida. «Pero yo soy el ejemplo de que esto funciona».