Casi cien personas duermen en la calle y rechazan las ayudas

Iria Pérez Gestal A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Un hombre durmiendo en el exterior de una librería en la ronda de Outeiro.
Un hombre durmiendo en el exterior de una librería en la ronda de Outeiro. m. r.< / span>

Las normas de las instituciones frenan en algunos casos su integración

12 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Un centenar de personas duermen cada día en las calles de A Coruña. Servicios sociales, la Cruz Roja y la Cocina Económica, entre otras muchas asociaciones, les ofrecen comida y techo, y sin embargo algunos rechazan el auxilio y continúan viviendo durante años en la indigencia. Detrás de esa elección hay a menudo adicciones o problemas mentales que merman su capacidad de decisión, o una desconfianza de las instituciones por fracasos en experiencias anteriores.

Los tópicos -explica Pablo Sánchez, trabajador social de la Cocina Económica- son que huyen de las normas y los horarios. Pero detrás del rechazo a la ayudas siempre hay un problema asociado a la situación de la persona, ya sea el alcoholismo, la drogodependencia o la cronificación de su situación. Muchos llevan tanto tiempo en la calle que han llegado a un rechazo sistemático de las ayudas porque no entienden la vida de otra manera. Laura Bejarano, técnica del programa de personas sin hogar de la Cruz Roja en A Coruña, coincide en que cuando la situación se ha vuelto crónica, es más improbable que las personas sin hogar soliciten ayudas. «Pero es un rechazo entre comillas», matiza, «se trata de gente con la salud mental deteriorada o con adicciones severas, por lo que, aunque nadie les obliga a no solicitar las ayudas, no son plenamente conscientes de lo que están rechazando y su capacidad de decisión está mermada».

«Ya obedecí mucho durante la mili», argumenta uno de estos vagabundos que rechaza acudir a alguno de los centros de la ciudad que podría acogerlo por la disciplina básica de horario que hay en los mismos. Pero tampoco le gustan las pensiones y por ello carga con un buen número de bolsas: «Si las dejo en una pensión seguro que me roban todo», argumenta, para acabar pidiendo unos euros.

Hay otro grupo que rechaza conscientemente el auxilio de los servicios sociales porque ha tenido malas experiencias en el pasado. «Las largas esperas en el trato con la Administración, la dificultad de dejar el alcohol cuando viven en un albergue o el fracaso en la búsqueda de empleo les frustra, como a cualquiera. Y eso, unido a la situación en la que ya se encuentran, supone para ellos un fracaso aún mayor», explica Bejarano. Es el caso de un indigente que duerme bajo el viaducto de Alfonso Molina: «Llevo desde abril a ver si me dan la risga», explica.

Caso aparte es el de las personas con problemas mentales. Sánchez y Bejarano señala que «cuando tienen problemas de salud mental no diagnosticados o no tratados, no están en realidad rechazando las ayudas porque no tienen plena capacidad de decidir».

Con todo, ambos son rotundos en desmontar el mito de que hay gente que vive en la calle porque lo ha elegido así. «Nunca es un rechazo innegociable», explica Sánchez. «Y desde luego, nadie está voluntariamente en esa situación y nadie llega a vivir en la calle porque quiere». Laura Bejarano también lo niega: «La mayoría estarían dispuestos a realizar cambios para modificar su situación. Hay que romper el prejuicio de que la gente no lucha por salir de la calle».