Méndez Núñez pide cariño

Javier Becerra
Javier Becerra A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El jardín sufre el vandalismo y la falta de una protección adecuada

03 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El traslado del botellón a Méndez Núñez hace unos años, tras la prohibición de su práctica en la plaza del Humor y de Azcárraga, ha expuesto a los jardines en una situación de degradación semanal. No solo por los kilos y kilos de basura que se arrojan cada fin de semana en un lugar de riqueza botánica incalculable, sino por todo el rosario de destrozos que convierten un punto tan emblemático en una situación de degradación total. Si a ello se suma la falta de mantenimiento y reparación de muchos de ellos, el resultado otorga una estampa harto preocupante para uno de los lugares emblema de la ciudad.

Más allá de las agujas del reloj floral periódicamente destrozadas o el magnolio muerto por exceso de urea, existen un sinfín de puntos negros que vuelven a poner encima de la mesa la necesidad de dotar al lugar de una protección especial. Ya en la década pasada se quiso convertir a la zona en un Bien de Interés Cultural. Pero la consecución de esta calificación, que impediría acoger el botellón como ahora, ha quedado en suspenso mientras la polémica aparece y desaparece como un Guadiana sin solución.

Ahora mismo existen partes del jardín muy dañadas. Hay estatuas como la de Fernández Latorre (en el gráfico, la K) o Concepción Arenal (I) cuyas letras de bronce han sido arrancadas en su mayoría, sin reposición. En el caso de Concepción Arenal, los destrozos incluyen las cadenas y todo el monumento en el que se asienta el gran águila. Esta mira a un estanque que en la memoria colectiva se recuerda con peces naranjas. Hoy se encuentra vacío. Los fines de semana amanece con botellas de refresco y vasos de plástico flotando.

Esa es la realidad con la que los operarios de limpieza se tienen que encontrar cada mañana de viernes a domingo. Su misión consiste en dejarlo todo listo para que se pueda usar con normalidad el resto del día. Pero en una zona frecuentada por niños aparece un riesgo inesperado: la gran cantidad de pequeños cristales procedentes de botellas de vidrio que se encuentran esparcidos por todas partes. Que un crío termine con un corte resulta tremendamente fácil.

En las proximidades del estante se pueden ver otras fotografías del incivismo: los asientos de azulejo destrozados (G y H). Se complementan con otras fechorías de la zona: las placas robadas de las estatuas de Emilia Pardo Bazán (F) y el monumento de Unicef (L). ¿Se volverán a poner? Todo apunta a que no.

Destrozos y más destrozos

Un paseo más allá permite ver otro tipo de dolencias en el paciente. Por ejemplo, cuesta encontrar un banco sin pintadas (J) y la práctica vandálica de empezar a patadas con el mobiliario urbano a altas horas de la noche se ha llevado varias papeleras por delante (C). En la zona de los juegos infantiles (usados por adultos por las noches y, por tanto, forzados a pesos para los cuales no están diseñados), faltan dos bancos (D). Otros empiezan a mostrar huecos inesperados (E). Y, además de la palmera talada por enfermedad, en el paseo del Kiosco Alfonso hay bordillos quebrados (B).

Pero más allá del botellón y el mantenimiento, surgen otras acciones solo achacables a la falta de cuidado del Ayuntamiento. Al lado del Teatro Colón se encuentran dos de los ejemplos más claros. En primer lugar, un par de contadores ensamblados en la tierra con placas sueltas y un aspecto lamentable (A). En segundo lugar, una instalación prefabricada de madera y cristal encajada entre el teatro y la Cafetería Copacabana de penoso efecto estético en el entorno. Todavía sin contenido, será la oficina de turismo el próximo verano.