Scarlett Johansson es un despistado alien escocés en «Under the Skin»

josé luis losa VENECIA / E. LA VOZ

A CORUÑA

La actriz se lleva los primeros abucheos de la Mostra de Venecia

04 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A Scarlett Johansson debieron de convencerla de que interpretar a una alienígena que se pasea por Escocia como morena camionera era una idea muy artist. Y ahí la tienen en Under the Skin, en plan road movie diletante, con insoportable y pertinaz música ambiente new-age. Johansson se la pasa seduciendo varones y mostrándose en plan burbuja de cava o en ropa interior. El guionista y director parece más un publicitario de lencería fina que alguien como Jonathan Glazer, autor de la inquietante Birth. La marciana Johansson provocó sonora pataleta de los terrícolas que sufrimos su bodrio en sala.

Kim-Ki-duk, que tiene en Venecia aún fresco el delito de haber ganado el pasado año el León de Oro con la olvidable Pietá, volvió al lugar del crimen, el Lido, para defender Moebius. Va fuera de concurso, por si acaso se repetía el desastre del palmarés del 2012. Moebius comienza con una madre seccionando a cuchillo el pene de su hijo y masticándolo como un solomillo de buey, para vengarse de las infidelidades de su marido. Como decía Cecil B. De Mille, las películas hay que comenzarlas con un terremoto y después, ir hacia arriba. Así que del pene cortado, pasamos a la solución para el castrati, que es la masturbación a base de frotar piedra pómez sobre el pie hasta lacerarlo. Y Moebius sigue templando, en pleno priapismo de Kim Ki-duk, con falos saltarines, en un crescendo tan delirante como sugestivo que provocó una morning glory colectiva en el madrugador Palazzo. Moebius, Eros y Thanatos tragicómico, debería tener León orgásmico especial.

Amos Gitai es un frecuentador de festivales con sus obras, muchas veces conciencia crítica de la política de Israel. Ana Arabia, película en un único plano secuencia de hora y media, es una sencillísima y povera propuesta cuasi-documental, apenas poco más que los diálogos que una periodista establece con unas familias árabes en Jaffa. Nada en Ana Arabia molesta. Es concisa, y el tono de veracidad de los testimonios, estimable. Pero también semeja obra alicorta, de ambición nula y sin una sola idea sustancial sobre el conflicto palestino-israelí. Gitai está que se sale de buenista y de políticamente correcto, pero me pregunto qué hace en Jaffa esa cámara que filma un plácido Vivir cada día dentro de un territorio que palpita en estado de sitio.