Amy Winehouse, el brillo eterno de una estrella

A CORUÑA

Publican un disco recopilatorio de versiones cantadas por la malograda artista.

06 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Lioness. Hidden Treasures»

Island-Universal. 12 temas. 16, 99 euros

La muerte temprana de un artista cambia radicalmente la perspectiva que se tiene de él al escucharlo. Ponerse ante la gran lectura que Amy Winehouse hace del Our Day Will Come, que en su día popularizaron Ruby and The Romantics, lo deja bien claro. No solo porque canta sobre un futuro que jamás existirá ya, sino porque el dulce toque jamaicano con el que la afronta deja en primer plano su voz y convierte el tema en pura miel. Imaginársela en una suerte de nebulosa irradiando luz como la estrella que fue resulta inevitable. Estremecerse, también. Y es solo el principio del disco.

Sí, el mundo pop todavía sigue alterado por la desaparición de Amy. Por ello esta recopilación de retales englobada bajo el título Lioness: Hidden Treasures -a la venta desde ayer y compuesta de canciones raras e inéditas que van desde el 2002 hasta el 2011-, pone las emociones a flor de piel. Tanto por sus buenos momentos, como por los no tan buenos. En todos planea la sensación de la pérdida de alguien cercano: esa amiga alocada que terminó cayendo de la cuerda floja por la que caminaba, pero que aún sigue sonriendo desde algún lado.

Entre lo excelso, resulta obligada la mención a Between The Cheats, una preciosa balada de aires doo wop que embarca al oyente en una ensoñadora atmósfera retro. También la versión desnuda de Tears Dry (exenta de los samplers con la que se editó en su día) o su apoteósico dueto con Tony Bennett en el estándar jazz Body & Soul. Igualmente se debe aplaudir a la trepidante cópula de personalidades y estilos con el rapero Nas en Like Smoke o la cruda versión de Valerie, un clásico de los Zutons repescado sin aditivos ni colorantes.

No alcanza el mismo nivel, sin embargo, su interpretación del Will You Still Love Me Tomorrow? de The Shirelles, a trompicones, evitando la seda del original y optando por una atmósfera monumental imposible. Tampoco, el clásico de la bossa-nova The Girl From Ipanema, correcta, pero muy lejos del carisma que le imprimió Astrud Gilberto en su día y con una exhibición vocal final innecesaria.

Son los puntos más flojos de un buen álbum que tiene todos los visos de convertirse en uno de los fijos en las quinielas de regalos de la próxima Navidad. Será un acierto seguro.