«Aleluya, aleluya, Berlusconi se va»

juan oliver REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

Una manifestación improvisada transmitida por Internet despidió en Roma al primer ministro

13 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Fue un extraño momento de catarsis colectiva, que los medios italianos retransmitieron en directo desde Roma por Internet. Berlusconi había anunciado que presentaría su dimisión a las ocho y media de la tarde, y desde horas antes miles de personas empezaron a reunirse frente al palacio del Quirinal, la sede de la Presidencia de la República. Entre abucheos, carreras y controles policiales, varios centenares se agruparon en torno a una improvisada orquesta de cámara que empezó a tañer El Mesías: «Aleluya, aleluya, Berlusconi se va».

Händel no compuso El Mesías para despedir a nadie, sino, al contrario, para conmemorar el nacimiento del hijo de Dios. Pero quienes se reunieron anoche frente al Quirinal lo que querían era celebrar la marcha de aquel a quien consideran, casi, casi, la encarnación del diablo. Por eso convirtieron El Mesías, un oratorio de advenimiento navideño, en una suerte de irónico réquiem otoñal. «Bufón», «mafioso», «a casa», gritaban, mientras Berlusconi llegaba al palacio esbozando una impostada sonrisa desde el asiento trasero de su coche blindado.

La oposición de centroizquierda le ha acusado en repetidas ocasiones de corrupción, abuso de poder, incitación a la prostitución de menores, de usar los poderes públicos para legislar en favor de sus intereses personales y empresariales (es el hombre más rico del país) y de hacer negocios con la mafia. Pero pocas veces ha podido ganarle en las urnas, ni siquiera agrupando en un solo partido a las grandes formaciones del siglo pasado (comunistas, democristianos, socialistas).

La ley deja en manos del presidente de la República aceptar su dimisión. Napolitano lo hará hoy e iniciará consultas para nombrar a Mario Monti al frente de un Gobierno de tecnócratas sin adscripción política, capaces de lidiar con los ajustes que reclaman los mercados, la UE y, sobre todo, Alemania. Incluso en eso no parece casual que los opositores de Berlusconi obviaran el amplio catálogo de la música clásica italiana y eligieran, para despedirlo, la obra magna de un compositor alemán.